Monseñor Mario Delpini en la misa por don Giussani. Duomo de Milán, 26 de febrero de 2024 (Pino Franchino/Archivo CL)

Milán. «Un signo de la fidelidad de Dios»

Celebrada en el Duomo de Milán, con su arzobispo, monseñor Mario Delpini, la misa por los 19 años de la muerte de don Giussani y el 42 aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de CL
Mario Delpini

1. La historia está habitada por una promesa
Aunque los discursos habituales sugieren resignarse ante un declive inevitable, aunque las noticias nos llevan a la desolación por el predominio inevitable de la injusticia, aunque las estadísticas y las impresiones nos hablen de una sociedad estéril y sin futuro, la Palabra nos anuncia que la historia está habitada por la promesa que Dios jura a Abrahán: Te haré fecundo sobremanera… Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros.
Dios es aliado fiel de Abrahán y de su descendencia, y el Señor Jesús cumple su promesa derramando su sangre por la nueva y eterna alianza.
Dios es fiable y los que creen en el Padre de Nuestro Señor Jesucristo viven con confianza, caminan en la fe y saben que Dios cumple su promesa.
Nosotros profesamos nuestra fe: nos fiamos de Dios y no nos dejamos abatir como los que no tienen esperanza. Leemos la historia para reconocer los signos de la fidelidad de Dios. También la historia de monseñor Giussani, como la de tantos testigos que hemos conocido, es un signo de que Dios sigue actuando de maneras inesperadas y en contextos que parecerían improbables. De tal modo que en unos años en que resultaba obvio y casi obligatorio contestar a la Iglesia y considerar inaceptable su mensaje e inútil la referencia a Cristo, Luigi Giussani se presentó en la escuela pública suscitando un nuevo ardor por reconocer a Cristo como cumplimiento de lo humano.
En la historia habita una promesa porque Dios es fiel y la gratitud y admiración por don Giussani nos reúnen para reconocer los signos de la fidelidad de Dios en la maravillosa fecundidad del carisma que Dios confió a don Giussani.
En la historia habita una promesa y la historia de muchos hombres y mujeres de Dios anima nuestra confianza. ¡Dios es fiel! ¡Nosotros creemos en Dios! Y caminamos en la fe pidiendo el don de la paciencia de aquellos que todavía no ven, y pidiendo la santidad de una pertenencia sin arrepentimiento, de una gratitud sin pretensiones, de un discernimiento sencillo para reconocer la obra que Dios realiza hoy en nosotros.

2. Las tentaciones que insidian la confianza en la promesa.

2.1. El escándalo del ojo derecho

La tentación del ojo derecho es la de mirar escandalizándose: es la mirada de la sospecha, la mirada de la malicia, la mirada del desprecio.
De hecho, para los que son herederos de la promesa de Abrahán, esa tentación también puede hacerles sentir como si ellos estuvieran en lo cierto y por eso se pueden considerar con derecho a juzgar a los demás como injustos. Mira lo que sucede y se escandaliza: ¿pero adónde iremos a parar? Se olvida de la benevolencia y de la misericordia, y condena al pecador a causa de su pecado, declara inaceptable a un hermano por tener un comportamiento inaceptable.
Con el ardor por el bien que es natural en todo momento inicial de un movimiento, de un carisma o de una iniciativa, se insinúa el peligro del escándalo del ojo derecho, es decir, de pretender un cierto monopolio de la promesa de Dios.
Que la sinceridad de la fidelidad de don Giussani a la Iglesia nos ayude a vencer el escándalo de nuestro ojo derecho, es decir, a mirar con benevolencia a todos nuestros hermanos y hermanas, en cada momento de la vida de la Iglesia que nos ha tocado vivir.

2.2. El escándalo de la mano derecha
La tentación de la mano derecha consiste en ser motivo de escándalo porque, en vez de abrirse para donar, se cierra para retener; en vez de ofrecerse para darse la paz, se repliega obstinadamente afirmando una extrañeza.
En todas las comunidades, en todos los contextos eclesiales, puede insinuarse un espíritu de división, una agregación excluyente, un establecimiento de alianzas que genera una especie de complicidades que se oponen a otros.
Las divisiones, las manos que no se dan la paz, son un escándalo para los herederos de la única promesa de Dios.
Que la cohesión que una personalidad tan cargada de autoridad como don Giussani garantizó al movimiento siga siendo principio de unidad para vencer el escándalo de nuestra mano derecha.

2.3. La tentación de la mujer extranjera
La tentación de la mujer extranjera consiste en la insinuación de la seducción que induce a desconfiar de la promesa de Dios. La mujer extranjera representa todas las seducciones que prometen placeres que luego no satisfacen: la tentación de lo que es ajeno a la sabiduría de Dios. La mujer extranjera seduce con la tentación del poder, la riqueza, el prestigio social. La mujer extranjera te autoriza a vanagloriarte de lo que tienes, de lo que has hecho. Te dice: eres fuerte, hermoso y grande, mira lo que has conseguido hacer con tus propias fuerzas. Tienes buenos motivos para presumir.
La tentación de la mujer extranjera conduce por caminos resbaladizos que llevan hacia la muerte.
Que la voz de Dios guíe todos nuestros pasos: atiende a mi sabiduría, presta atención a mi experiencia… escúchame, no rechaces los consejos que te doy… no cedas al abrazo de una desconocida (cf. Prov 5,1ss).

Celebremos con gratitud los aniversarios que coinciden estos días y abramos la mirada a la esperanza, reconociendo que la historia está habitada por la promesa de una fecundidad incalculable y que el camino de Abrahán conduce hasta Jesús. Sigamos el ejemplo de don Giussani para ser fieles, coherentes, humildes y generosos, y para vencer el escándalo malicioso de la mano hostil, de la idolatría insidiosa.