Monseñor Alberto Ortega Martín (Foto Archivo Meeting)

Chile. El «sueño de fraternidad» y la tarea de una amistad

La presentación de la encíclica "Fratelli tutti" en la comunidad chilena, en diálogo con el nuncio Alberto Ortega Martín. Una ocasión, en vísperas de la Navidad, para «recordar lo que estamos llamados a hacer en el mundo»
Paula Giovanetti

Encontrarse en los días previos a la Navidad para escuchar a monseñor Alberto Ortega Martín, nuncio apostólico en Chile, ha sido una ocasión para recordar lo esencial: lo que está en el centro de nuestra amistad y lo que estamos llamados a hacer en el mundo.

La presentación de la Fratelli tutti del Papa ha supuesto para nuestra comunidad local y para muchos amigos, en palabras de monseñor Ortega, una oportunidad para «escuchar al pontífice», y por ello, ante todo, el nuncio dejó hablar a Francisco, citando los puntos principales de su encíclica. Un contenido abierto y universal, destinado a «todas las presonas de buena voluntad», como explicó Ortega, especificando que, en todos los casos, los cristianos pueden entrar con una profundidad especial, animada por la fe. Se trata de una invitación a una vida «con sabor a Evangelio», inspirada en las palabras de san Francisco, con una intención libre de dialéctica y, sobre todo, centrada en la comunicación del Amor de Dios. Un intento de diálogo, apertura y contribución a la reflexión que constituye un «sueño de fraternidad que no se quede en las palabras».

Papa Francisco (Foto Unsplash/Kai Pilger)

Pero entonces, ¿qué obstáculo hay para esta fraternidad? Es importante reconocer estos factores para ayudarnos a estar atentos, como señaló Ortega. «Hay una globalización que nos conecta pero no nos une, dejándonos más solos que nunca. Luego está la pérdida del sentido de la historia y la cultura del descarte que nos hace tratar las cosas y a las personas según una modalidad de “usar y tirar”. Tampoco falta la tentación de levantar muros entre nosotros». Sin embargo, contingencias adversas como la pandemia pueden ser la ocasión de descubrir que no nos salvamos solos, despertando así la conciencia del propio límite y la necesidad de que el dolor no sea inútil. En este sentido, añadió el nuncio, el Papa nos invita a descubrir en las circunstancias, en los otros y en nosotros mismos, las oportunidades para encontrar el sentido de nuestra existencia. Así, cada uno de nosotros está llamado a descubrir la invitación que supone esta encíclica allí donde vive, empezando por el propio país.

Según Ortega, una primera invitación es sin duda la “cultura del encuentro”. «La Fratelli tutti, en el contexto social que vivimos actualmente, nos anima a una cultura del reconocimiento del otro, no como enemigo sino como un Bien». Debemos buscar oportunidades de diálogo con los demás, de otro modo no seremos capaces de encontrarnos porque si no queremos descubrir un bien en los otros, en nuestras relaciones familiares, sociales y políticas, nos perderemos lo mejor. Esta búsqueda, cuando es sincera, cuando es por el bien de todos y no solo persigue el interés personal, supone una gran oportunidad para trabajar juntos y seguir adelante.

Otro tema de reflexión es el “amor político”. La “mala reputación” de la política nace de ver a los que deshonran esta vocación, olvidándose del bien común. «Esta perspectiva es contraria a la que el papa Francisco nos invita, que es la política como “forma eminente de caridad”, donde se buscan caminos comunes y se promueve una economía en favor del desarrollo de todos». El espacio político siempre se puede recuperar y a eso estamos llamados todos de distinta manera: mediante el voto, pero también en nuestras conversaciones, buscando un diálogo y promoviendo vocaciones políticas al servicio del bien. O bien, como señaló el nuncio, podemos dialogar con todos cuando tenemos presente el valor de la persona y buscamos ejemplos donde se respeta la vida y dignidad de todos.

Pensando en la Constitución chilena, por ejemplo, en la encíclica podemos encontrar elementos de método para una nueva mirada hacia la “casa común” que habitamos, el cuidado de lo creado, la sensibilidad ecológica, y aspectos como la invitación al encuentro y a la reflexión en todos los ámbitos de la sociedad. «Todo lo que hago repercute en los demás». Siempre tenemos que buscar y reconocer esos “valores no negociables” que ponene en el centro la vida humana o la familia, sin descuidar a los demás, de tal manera que nadie se sienta discriminado.

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«Tomando en consideración el llamamiento del Papa, ¿cómo podemos contribuir partiendo de nuestra identidad?», preguntó Solange Silva, que moderaba el encuentro. «Viviendo la fe y la comunión», respondió directo monseñor Ortega. «Lo que hace falta es que la comunión no sea un accesorio en la vida cristiana sino la esencia que nos hace Uno». Nuestra contribución consiste en «dar carne a estos valores», es decir, que todos tengan la oportunidad de ver encarnadas estas palabras en nosotros, en nuestras relaciones y en nuestra manera de vivir. «Ser un lugar de promesa de bien para todos» es una preciosa contribución para proponer una humanidad donde estos ideales se viven de tal manera que nos pueden poner al servicio de los demás, «construyendo puentes, favoreciendo el diálogo, estando disponibles para construir el bien».