Francesco Ricci (Foto Fraternità CL)

Francesco Ricci. Una vida para el mundo

Treinta años después de la muerte del gran amigo de don Giussani, Polonia le otorga la Cruz de Comendador de la Orden al Mérito
Paola Ronconi

Han pasado más de 30 años desde su muerte, pero su vida convierte a Francesco Ricci (1930-1991) en una figura más actual que nunca en Polonia, que le ha otorgado la insignia, a título póstumo, de la Cruz de Comendador de la Orden al Mérito. Motivo: «En reconocimiento a sus méritos excepcionales para promover la cultura polaca y por su actividad en favor de la transformación democrática de Polonia».

La ceremonia tuvo lugar el 29 de abril en la Embajada de Polonia en la Santa Sede de Roma. El encargado de rendir los honores fue el embajador polaco en la Santa Sede, Adam Kwiatkowski, por orden del presidente de la República polaca, Andrzej Duda. Recogió el galardón Angelo Ghigi, familiar del sacerdote, que luego se la entregó a monseñor Livio Corazza para la diócesis de Forlì-Bertinoro como signo de la pertenencia de Ricci a su Iglesia.

La ceremonia en la embajada polaca en la Santa Sede.

La figura de Ricci puede decirle poco hoy a las nuevas generaciones, pero el que don Giussani definió como su «primer y mayor compañero de camino» fue uno de los primeros de Gioventù Studentesca después de conocer al sacerdote ambrosiano en los años 50. Su amor por la Iglesia le llevó a viajar sin cesar (le llamaban “don Kilómetro”, por su altura pero sobre todo por la cantidad de carretera que recorría cada año), sobre todo a los países del otro lado del Telón de acero, donde dio voz a los cristianos de la Europa del este fundando el Centro de Estudios de Europa Oriental, que dio a conocer numerosos textos de la llamada Iglesia del Silencio. Entabló relaciones muy hondas con personalidades como el entonces cardenal Wojtyla, Stanisław Dziwisz, secretario del futuro Juan Pablo II y hoy cardenal, Lech Wałesa, líder del movimiento sindical Solidarnosc, el intelectual católico y futuro primer ministro polaco Tadeusz Mazowiecki, el filósofo y profesor Stanislaw Grygiel (que acogió a Ricci en Cracovia durante sus viajes a Polonia y con quien fundó la revista El nuevo areópago), el cineasta Krzysztof Zanussi, el padre Franciszek Blachnicki, fundador del movimiento eclesial polaco Luz y Vida, y otros muchos personajes de la cultura y de la Iglesia de aquellos países. De todas estas relaciones nació también gracias a él la peregrinación a la Virgen Negra de Czesthochowa, que sigue siendo una cita para muchos jóvenes del movimiento cada verano.

No se puede resumir en pocas líneas una vida tan intensa y rica, pero es interesante que tanto tiempo después de su muerte, un país como Polonia quiera reconocer, por su historia, el valor del sacerdote italiano. El embajador Kwiatkowski recordó «los méritos de este pastor incansable de la Iglesia italiana a favor de la restauración de una Polonia libre e independiente», y deseó que «este alto honor conferido por el presidente de la República polaca contribuya a un conocimiento y estima aún más profundos por la obra de Francesco Ricci».