La instalación del dúo Claire Fontaine. Pabellón de la Santa Sede 60ª Exposición Internacional de Arte - La Biennale di Venezia, "Con mis ojos", vista de la instalación. Foto Marco Cremascoli

Bienal. Belleza ineludible

Abre en Venecia el pabellón de la Santa Sede, titulado “Con tus ojos”. Un viaje humano y artístico en una prisión femenina, fruto del encuentro de grandes artistas con las presas
Luca Fiore

Entre las obras de misericordia, la de visitar a los presos es sin duda la más difícil de practicar. Sobre todo por razones logísticas. Entrar en una cárcel es complicado y no es como dar una moneda a un limpiacristales en el semáforo. Yo, por ejemplo, nunca había entrado en una prisión. Me pasó hace unos días, visitando el pabellón de la Santa Sede en la Bienal de Venecia, que se inauguró el 20 de abril. Hasta el 24 de noviembre, cuatro veces al día, previa reserva obligatoria, se podrá entrar en la Casa de reclusión femenina de Giudecca para estar entre las presas y las 80 personas implicadas en este proyecto, que guiarán el recorrido interno entre los barrotes de esta prisión. Se trata de un recorrido que ha perseguido con ahínco el cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio vaticano para la Cultura y la Educación, y que se titula “Con tus ojos”.

La primera obra que se ve es la única que está situada fuera de la casa de reclusión. Es de Maurizio Cattelan y se titula Father. Se trata de un mural que cubre toda la fachada de la antigua capilla del antiguo convento, ahora transformado en cárcel. Representa en blanco y negro la planta de dos pies sucios. La iconografía recuerda al mismo tiempo al Cristo muerto de Andrea Mantegna y los orantes de La Virgen de los peregrinos de Caravaggio. La obra de Cattelan desata una cadena de preguntas. ¿De quién son esos pies? ¿Por qué están sucios? ¿Por qué se ven desde fuera? ¿Dónde se supone que está el resto del cuerpo al que pertenecen esos pies? Father, ¿pero padre de quién? Una batería de preguntas en la mente del que mira, que se interrumpe por el protocolo de entrada en la cárcel: documento de identidad, efectos personales, teléfono móvil. Es una prisión de verdad, no es cosa de broma. Está prohibido hacer fotografías o grabar, ni a las presas ni a la instalación carcelaria. El visitante solo podrá mirar con sus propios ojos y recordar con su propia memoria.

Las serigrafías de Sister Corita. Pabellón de la Santa Sede 60ª Exposición Internacional de Arte - La Biennale di Venezia

Al entrar nos encontramos con tres presas que nos acompañarán durante el recorrido: Silvia, Manuela y Paola. Llevan un vestido mitad blanco, mitad negro, confeccionado en el taller de costura de la prisión. Silvia empieza diciendo: «Mis ojos serán vuestros ojos». Las primeras palabras sirven para situar la historia del lugar en el que nos encontramos, un antiguo convento de monjas que nació para albergar a las prostitutas “conversas” que, a causa de su decisión, se convertían en indigentes. El pequeño grupo de visitantes, una veintena, va escoltado por un par de guardias y se acerca a la cafetería interna. En las paredes, varias serigrafías de Sister Corita, artista legendaria que en Los Ángeles, en los años 60, hizo que el lenguaje del Pop Art se encontrara con el espíritu del Concilio Vaticano II y el movimiento de los derechos civiles. Como están en el bar, los comisarios de la exposición han elegido las obras en las que esta monja artista representa el tema de la comida. Como The juiciest tomato of all (“el tomate más jugoso de todos”), de 1964, basada en un eslogan publicitario que Corita modificó para convertirlo en himno mariano: «Mary mother is the juiciest tomato of all». El deseo humano, despertado por la comunicación manipuladora del consumismo, vuelve a conectar con un objeto que por fin está a su altura.

En el estrecho pasillo que va de la cafetería al huerto encontramos obras de piedra volcánica de Simone Fattal, una libanesa con pasaporte estadounidense que estudió en la Sorbona. Esta artista pidió a las presas que participan en el proyecto que le escribieran alguna idea en la que él pudiera trabajar. Lo cuenta Manuela: «Nos fiamos de ella y valió la pena». En algunos de sus cuadros pueden leerse, con una grafía incierta que hace ardua la lectura, fragmentos de textos recortados. En uno de ellos pueden reconocerse algunas palabras: “triste”, “miedo”, “frágil”. Las escribió la tercera de nuestras guías, Paola. Una mujer menuda, de cabellos blancos recogidos detrás de la nuca. Da la impresión de llevar años ahí dentro. Más adelante veremos algunos folios donde se reproducen los textos íntegros, así que buscamos el suyo. Se trata de una poesía titulada Cuando: «Cuando estoy triste / me gustaría aislarme / acurrucarme en la cama / y no escuchar. / Cuando estoy triste / no puedo tener miedo / porque en este lugar / no hay armaduras. / Cuando estoy triste / no puedo ser frágil / porque no puedo derramar lágrimas».

Las obras de Claire Tabouret. Pabellón de la Santa Sede 60ª Exposición Internacional de Arte - La Biennale di Venezia

Al final del pasillo, bajo la torreta de guardia, vemos el primer trabajo del dúo Claire Fontaine (Fulvia Carnevale y James Thornhill), a quien se debe el título de la Bienal de este año (“Extraños en todas partes”). Un neón blanco que reproduce la forma estilizada de un ojo cerrado, que simboliza las cosas que no se ven o no se deberían ver. Explica una de las guías: «Aquí dentro nos volvemos invisibles. El mundo prefiere no vernos. Y cuando nos mira, nos juzga. Desearíamos no ser juzgadas».
La guardia nos avisa de que vamos a entrar en el gran patio, es la hora del descanso y nos piden que no nos dispersemos ni nos acerquemos a las presas. Colgada en la pared del antiguo claustro, nos encontramos con la segunda obra de Claire Fontaine. Otras palabras en neón azul: «Estamos con vosotros en la noche». Apareció fuera de las cárceles italianas de los años 70 para apoyar a los presos políticos. Vista aquí dentro, desde la cárcel, también parece una afirmación dirigida al visitante, a mí. Y tal vez la noche no sea solo la pena que hay que cumplir por un delito, sino también la de la vida cotidiana. Nos adentramos en una pequeña sala donde se proyecta un cortometraje de 14 minutos de Marco Perego & Zoe Saldana. El marido cineasta y la mujer actriz y productora (ha trabajado en las dos partes de Avatar, Star Trek, Avengers y Guardianes de la Galaxia), llevan a escena la historia de una jornada dentro de la cárcel. Saldana es la protagonista que vive sus últimos instantes presa.

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Claire Tabouret también pidió a las presas fotografías o imágenes a las que estuvieran unidas afectivamente y la pintora francesa afincada en Los Ángeles las tradujo en 23 cuatros. Son rostros, fotos de familia y hasta un crucifijo. Para Manuela, «esta sala es mi preferida. En el centro está la imagen de mi niña, con once meses, dando sus primeros pasos hacia mi madre. Y ahí está mi último sobrino, que ahora tiene 16 meses. Es un himno a la maternidad y a la alegría de vivir. Ahí está todo». Avanzamos hasta la capilla del antiguo convento, donde leemos la inscripción del dintel de la pequeña puerta de acceso. Son versos tomados de Dies Irae: «Qui Mariam absolvisti et latronem exaudisti mihi quoque spem dedisti», “Tú que perdonaste a María de Magdala, tú que escuchaste al buen ladrón, a mí también me has dado esperanza”. En un aula cuadrada dentro de este edificio del siglo XVI, la artista brasileña de Sao Paulo ha colgado del techo lianas y telas de colores. Tal vez sea un reclamo proverbial a las sábanas atadas que, en vez de servir para bajar de las ventanas de la cárcel, sirven para otro tipo de fuga, hacia otro tipo de libertad. Es imposible no reaccionar a las palabras escritas en las paredes de la capilla. A un lado: «Qui dilexit multum». A otro: «Dimissa sunt ei peccata multa». A quien mucho amó, muchos pechados se le perdonaron. Unas palabras que atraviesan siglos y que vuelven a hablar hoy a los visitantes del pabellón de la Santa Sede. Un mensaje que, en la Bienal que sienta en el banquillo de los acusados a los pecados de Occidente, cometidos por la historia del colonialismo y la marginación de las minorías, sabe como el agua que brota en un oasis en medio del desierto.