El London Encounter 2018 celebrado el 3 de noviembre (foto: Anna Arigossi/ICONphotos)

Londres. Cuando vuelve a encenderse el “piloto” de Dios

De David Jones, poeta de la Gran Guerra, al metropolita Antoni, pasando por “El gran inquisidor”. El London Encounter dirige sus focos sobre la paradoja de la libertad
Giuseppe Pezzini

Hace justo cien años, al final de la Gran Guerra, un joven artista galés, David Jones, regresó del frente occidental después de pasar tres años en las trincheras. Llevaba consigo todo un bagaje de recuerdos traumáticos, pero también bocetos y dibujos, y sobre todo la idea de un poema, In Parenthesis, que luego iría tomando forma en los años sucesivos. Considerado por Auden como uno de los poemas más importantes del siglo XX, In Parenthesis es un angustioso himno a la amistad, la dignidad y libertad humanas, y a la belleza del arte como expresión de todo ello. David Jones se convertirá después al catolicismo, lo que para él supuso un paso natural, consecuencia de su experiencia del arte como «sacramento».

En esos mismos años, una familia de refugiados rusos, tras deambular largo tiempo, llega a París. Es el inicio de un exilio impuesto por el régimen comunista a millones de personas, millones de semillas lanzadas por Dios entre los garajes y periferias de las ciudades europeas. Una de esas semillas, Anthony Bloom, dará fruto abundante. Médico, sacerdote y corazón de la comunidad ortodoxa en Gran Bretaña, el padre Anthony, conocido también como metropolita Antoni de Suroz, llegó a ser una voz familiar en muchas casas gracias a su retransmisiones en la BBC. Entre los muchos jóvenes inspirados por él se encuentra también Rowan Williams, poeta y teólogo galés, arzobispo de Canterbury entre 2003 y 2013, y fiel compañero del London Encounter, que este año ha celebrado su quinta edición.

Los voluntarios del London Encounter (foto: Anna Arigossi/ICONphotos)

David Jones y el padre Anthony protagonizaron el pasado 3 de noviembre las dos exposiciones del Encounter, que este año llevaba por lema “El ser humano: una paradoja de la libertad”. Como señalaba Williams en el acto inaugural, David y Anthony tienen mucho en común. Llamados a vivir situaciones extremas de privación y exilio, ambos testimoniaron con su vida que la libertad es posible en cualquier circunstancia.

Sobre el escenario, junto a Williams, estaban George Corbett, profesor en la Universidad de St. Andrews, de Escocia; Aleksander Filonenko, teólogo ortodoxo en la Universidad nacional de Karazin en Jarkov (Ucrania), y Heather Richardson, directora del St. Christopher’s Hospice de Londres, históricamente el primer centro de enfermos terminales, una obra profética de la enfermera anglicana Cicely Saunders.

Corbett lanzó un diálogo que continuaría durante todo el día, fuera y dentro del salón. Subrayó que la libertad no solo consiste en adherirse a la ley de Dios, no se reduce simplemente a una elección según el propio gusto y el bien. La libertad que Dios ha donado a los hombres, y en la que se complace, da un respiro mucho mayor y abraza, en vez contraponerse a ella, la idea de libertad como “libertad de elección”, tan extendida en la sociedad contemporánea, pues también para el cristianismo, la libertad tiene que ver con la persona, con sus decisiones y preferencias.

Aleksander Filonenko y Rowan Williams (foto: Anna Arigossi/ICONphotos)

Filonenko dio un paso adelante, partiendo de la historia de los refugiados rusos en la Inglaterra de la posguerra. Huyendo de un régimen que se desentendía de las opciones, los emigrantes rusos entraron en contacto con todos los atractivos de la sociedad liberal, a menudo con consecuencias alienantes. Solo la relación con Cristo, testimoniada por hombres como el metropolita Antoni, podía dar a su libertad significado y concreción real.

Después tomó la palabra Heather Richardson, que empezó por su experiencia en St. Christopher. Narró una serie de historias de hombres y mujeres, habló de las decisiones que tomaban en los últimos días de su vida. El drama de la libertad emerge especialmente en el momento de la muerte y se desvela especialmente en la libertad de dar gracias y pedir perdón.

Visita guiata en la exposición sobre David Jones (foto: Anna Arigossi/ICONphotos)

La realidad de la muerte, según Rowan Williams, purifica el drama de la libertad. Ser libres no significa retirarse de las circunstancias o abandonarse a ciertas ideas o imágenes. La libertad es la disciplina de participar en la realidad, en el momento presente. Como los perros de caza, añadió Filonenko, que son más libres que nosotros, vigilantes y alegres cuando avistan a su presa.

El encuentro terminó con dos imágenes. En el paraíso, Dios no nos reprochará el no haber sido madres Teresa de Calcuta, pero sí el no haber tenido la plena libertad de llegar a ser nosotros mismos. La segunda imagen, de origen indio, mostraba a un hombre agarrado a una rama, al borde de un barranco y perseguido por un tigre, que todavía es capaz de afirmar toda su dignidad humana al reconocer la belleza de una flor que descubre entre las rocas.

La belleza, junto a la muerte y el amor, es efectivamente la palabra clave que emerge del corazón del misterio de la libertad. Alguien pregunta cómo es posible tener esa libertad que describían y testimoniaban los ponentes. La respuesta de Filonenko resulta inesperada: la única esperanza es una experiencia de belleza, de cualquier tipo, que pueda devolver al hombre la gratitud por la presencia de la realidad, y por tanto reabrir su relación con Cristo.

El diálogo continuó por la tarde, en un encuentro sobre la libertad en el trabajo. En el escenario, Tom O’Connor, director general de la asociación Providence Row para los sintecho de Londres; Stefano Sala, empresario milanés; y Richard Solomon, director financiero de la Universidad St. Mary’s de Londres.

La conferencia sobre el trabajo (foto: Denis Billi/ICONphotos)

O’Connor une inmediatamente la idea de libertad a la de felicidad. Solo una realización plena de la propia individualidad en el ambiente laboral puede hacernos libres. Esto solo sucede cuando tomamos conciencia del propio trabajo como colaboración con la creación de Dios. Como decía el padre Anthony, citado en un panel de la exposición (financiada en parte por la comunidad ortodoxa londinense), ser cristianos significa ser creativos, es decir, participar en la creación divina con la particularidad de nuestra libertad individual. Pero esto solo es posible para quien se ha vuelto completamente dócil en manos de Dios.

Por su parte, Sala señala que la libertad solo es posible cuando somos conscientes de su objetivo. En una gran empresa, hasta el trabajo más humilde tiene un valor y una dignidad enormes si está orientado a la misión general. Pero esta conciencia solo nace en el seno de una compañía. Richard Solomon cerró el encuentro contando una historia de trabajo un tanto llamativa. Para él, el trabajo es el lugar privilegiado donde «Dios vuelve a prender en nosotros el piloto de la gasolina». Lo que llena el depósito no es el éxito, el reconocimiento, el estatus o el dinero (todas cosas buenas, por cierto): solo el trabajo santificado en la relación con Cristo puede llenar verdaderamente el corazón, y hacer que la libertad vuelva a ponerse en marcha, como un don inesperado.

El espectáculo ''El gran inquisidor'' (foto: Anna Arigossi/ICONphotos)

El London Encounter concluyó con un espectáculo basado en Los hermanos Karamazov de Dostoyevski. El grito del viejo inquisidor, que dedicó su vida a ahorrar al hombre el drama de la libertad, resonaba como una oración, más que como una rebelión. A las palabras desafiantes del inquisidor respondían, como ecos en un valle, los hechos, los rostros y las palabras que iba encontrando durante el día.

De hecho, ha sido un Encounter donde todo estaba misteriosamente ligado, donde un detalle que se introducía en un encuentro o en una exposición se confirmaba luego en la conversación con un amigo o compañero. Donde personas lejanas se (re)encuentran e historias individuales, tan distintas, se reconocen amigas o compañeras de camino, a menudo incluso con coincidencias y semejanzas inesperadas. Lo resumía con una broma el propio Rowan Williams: «It’s all been arranged upstairs» (lo han organizado todo en la planta de arriba).