El encuentro sobre la Inteligencia artificial en el Centro Internacional de CL en Roma (Foto Romano Siciliani/Fraternità CL)

Para no canjear la realidad

Un encuentro dedicado a la Inteligencia Artificial en el Centro Internacional de CL en Roma. Las nuevas tecnologías ofrecen unos «recursos prometedores» que suscitan preguntas y dudas, desafiando la libertad de la persona
Angelo Picariello

Si el hombre no es más que una máquina, si su relación con los demás está privada de un conocimiento afectivo, si le quitamos el corazón, solo queda su cerebro, a merced de un instrumento poderoso como pocos. Hablamos del “desafío” de la inteligencia artificial, tema de un encuentro organizado el 23 de abril por el Centro Internacional de Comunión y Liberación sobre “El progreso tecnológico y el riesgo de un «corazón artificial»”.

El director del Centro Internacional, Andrea D’Auria, señala que llama la atención que el papa Francisco haya dedicado a este tema su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. «Sus consecuencias no se pueden evaluar “a priori”, como nos ha dicho el Papa», recuerda D’Auria. Son riesgos que no hay que infravalorar, pero «en realidad los problemas que subyacen a todo este debate consisten en que el hombre siempre ha cultivado la tentación y la ambición de poder controlar, aprovechar y comprenderlo todo».

En realidad, ya estamos bajo control, según Piero Vietti, periodista de Tempi. «Las noticias no las buscamos nosotros, sino que nos llueven. Llevamos la IA en el navegador satelital y cada aplicación que abrimos ya sabe lo que nos gusta y nos lo propone». Cada perfil social es diferente, con diversas opciones de contenido o diversas lecturas de una misma noticia, pero «la cuestión es que de las noticias que nos llegan, que nos llueven, somos incapaces de saber si son verdaderas o falsas». Entran así en escena las “alucinaciones”, fake news de última generación, «afirmaciones falsas pero verosímiles», explica Vietti. Después de ChatGPT llega OpenAI, una herramienta al servicio de una inteligencia artificial “amistosa”. «Es como un arma nuclear, si no está controlada puede destruirlo todo. Hace falta un nuevo criterio autorizado, que solo puede actuar mediante una relación personal».



«Al comprender el enorme riesgo que supone, el mundo ha querido ralentizar ese proceso», apunta Andrea Simoncini, profesor de Derecho constitucional en Florencia, comparándolo de manera inquietante con una bomba atómica virtual. «¿Pero no estaremos exagerando un poco?», se pregunta. Tal vez sí, o tal vez no, no está seguro. «Estamos ante el recurso más prometedor para el crecimiento mundial, capaz de ahorrar tiempo y esfuerzo», pero no plantea una evolución tecnológica como las demás «porque aquí permitimos que la tecnología decida por nosotros, como el navegador que elige la mejor ruta para nosotros, y cuando perdemos la señal ya no somos capaces de llegar solos a nuestro destino». Como un radiólogo que valora una radiografía. Esta cuestión también tiene relevancia jurídica al nivel de la responsabilidad personal. «¿Quedará algún médico capaz de tomar una decisión él solo? En un accidente de coche sin conductor, ¿a quién echaremos la culpa?». Tendrá que intervenir entonces la ley. «Porque la libertad es como un músculo. Si no lo uso, si otro decide por mí, corremos el riesgo de que se atrofie». Simoncini valora positivamente las iniciativas que está tomando Europa en este sentido. «Es un intento “irónico”, veo mucho escepticismo alrededor, pero creo que hay que apoyar esa idea de poner límites. ¿Quién sino Europa puede intentar hacerlo si los grandes colosos son chinos o americanos?».

El encuentro sobre la Inteligencia artificial en el Centro Internacional de CL en Roma (Foto Romano Siciliani/Fraternità CL)

Como experto en la materia, Alberto Chierici, investigador de la New York University en Abu Dabi, si todo esto es verdadero progreso. «Tal vez funcionaban mejor las cadenas telefónicas, al menos había alguien que organizaba, en comparación con la confusión que generan los chat de WhatsApp» y confiesa que siente un poco de nostalgia cuando ve películas ambientadas en los años 90, cuando todavía se llamaba por cable. Citando la Caritas in veritate de Benedicto XVI, «en la técnica se manifiesta y confirma el dominio del espíritu sobre la materia». Pero ahora se trata de rendir cuentas con esta nueva realidad. «Nos habíamos acostumbrado a la robótica, que actuaba dentro de un marco digital preciso, mientras que ahora, por ejemplo, con los pilotos automáticos no sabemos cómo comportarnos». Como el caso de un Tesla con conducción automática que, al ver el obstáculo de un coche, frenó en seco y recibió un impacto. «Según el código de circulación no cabe duda, la culpa es de quien golpea por detrás por no guardar la distancia, pero me plantea ciertas dudas porque un conductor habría evitado ese obstáculo, no habría parado en seco».

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Entonces la pregunta que surge es otra: «¿Cuánta realidad estamos dispuestos a canjear para hacerle un marco digital?». Lo que plantea otra cuestión: «¿Qué marco cultural es el que permite que ahora estos sistemas tengan tanto éxito?». En otras palabras, ¿qué es lo que nos hace tan vulnerables? «Si una persona solo es lo que sucede en su cerebro, si el hombre es una máquina, nadie podrá impedir que se le trate como tal». La citada Caritas in veritate indica la necesidad de una «formación para un uso ético y responsable de la técnica». Lo mismo vale para los profesores, que serán «sustituibles al ser considerados como meros burócratas dispensadores de conceptos». Según Chierici, hace falta una «educación en la libertad, en la capacidad de relación y en la trascendencia, pues de lo contrario estaremos condenados a ser utilizados». Un reclamo a la «dignidad antropológica» como hace el Papa en la Dignitas infinita, lo que confirma una afirmación de Mustafa Suleyman que dice que la IA «nos obliga a definir qué es el hombre».