AVSI. Programa de apoyo a distancia en Uganda (Foto Emmanuel Museruka/Avsi)

Cómo se multiplica el bien

La Fundación AVSI desarrolla un programa de apoyo a distancia que va mucho más allá de una ayuda económica. Ejemplos de una historia que contribuye a «construir un mundo» desde 1993
Davide Perillo

Para entender, basta con mirar a Dickson y su forma de ayudar a los niños de la “Luigi Giussani”, la escuela elemental de Kampala donde trabaja como maestro. No solo les proporciona un aula y cuadernos. A algunos hasta les paga la matrícula. «Cuando era pequeño, fue uno de los niños que se beneficiaban del programa de adopción a distancia y ahora es él quien quiere ayudar a otros», cuenta Alberto Repossi, responsable del programa de Apoyo a Distancia de AVSI en Uganda. «Pero hay muchos como él. Es cuestión de agradecimiento. Reconocen que sin esa ayuda no habrían podido estudiar ni hacerse adultos como lo han hecho. Y si pueden, saben que ahora les toca a ellos».

Este programa funciona de forma similar a la antigua adopción a distancia, una práctica bastante eficaz pero a veces un poco reductiva (el padrino manda dinero, el niño lo usa para estudiar y todo se queda en familia). Además, la palabra “adopción” ya suena un poco extraña, pues «estos niños suelen tener ya su propia familia y no se trata de sustituirla, sino de ayudarla», explican en AVSI. Se trata de ensanchar el horizonte más allá de las paredes de una casa. Evidentemente, pasa por ahí, pero genera mucho más, el fruto es para todos, «construye un mundo», dice Repossi.

En el patio del Luigi Giussani Primary School (Foto Emmanuel Museruka/AVSI)

En Uganda, esta iniciativa comenzó en 1993. Hoy apoya a 3.270 niños y jóvenes, con 3.700 patrocinadores (los antiguos “padrinos”). Muchos de los beneficiarios son alumnos de las dos escuelas “Luigi Giussani” (la de primaria y la superior, nacidas en los suburbios de Kampala y origen de una red de entidades extraordinarias que han surgido en torno a Rose Busingye), aunque no todas. Reciben apoyo para el funcionamiento académico, material escolar, cursos de apoyo, pero también para ir a la universidad, aprender un oficio o poner en marcha una microempresa.

Muchas veces la ayuda se amplía a toda la familia, y casi siempre se alarga en el tiempo. «El núcleo sigue siendo la educación, pero esto no es un proyecto, sino un programa. Es la única actividad donde el patrocinador puede garantizar su participación durante años, desde la primaria hasta la graduación, en algunos casos universitaria. Es un ciclo largo, que permite echar raíces y establecer vínculos». Que ayuda a construir.



A su alrededor ha nacido toda una red que implica a 12 entidades en 8 distritos, una trama de relaciones que multiplica el bien. Repossi ha viajado mucho este año para visitar a sus socios y colaboradores. «He visto que este programa ayuda a construir lugares donde la gente puede crecer: escuelas, centros, asociaciones, oratorios… Lugares donde la gente se encuentra y se ayuda. Hay un famoso proverbio africano que dice que “para educar a un niño se necesita un pueblo” y es verdad. Es algo que va mucho más allá de las familias».

Durante una clase del Luigi Giussani Primary School (Foto Emmanuel Museruka/AVSI)

Vincent es un ejemplo. Se crio con las mujeres del Meeting Point de Naguru (centro de ayuda a las familias, ndr) porque su madre no tenía recursos para cuidarlo y ahora va a la universidad. «Estudia odontología. Siempre había pensado en estudiar para poder ayudar a su madre. “Así podré darle lo que se merece”, decía». Pero hace dos años su madre murió. «Entró en crisis. “Se me ha caído el mundo encima, ¿por qué? ¿Qué sentido tiene seguir estudiando?”. Pero gracias a la compañía que ha tenido estos años, se ha dado cuenta de que ya nunca va a estar solo. Hay un Dios que le quiere y ha vuelto a florecer. De hecho, ahora es un punto de referencia para otros chavales».

Reagan es huérfano desde pequeño, tiene problemas familiares y de salud. «Le cuesta expresarse, pero hace unos años decidió estudiar». Gracias a este programa empezó la primaria, y pasó a secundaria. «Todos estos años lo hemos visto crecer y sus compañeros han estado muy atentos de él, lo han querido…». Cuando surgió la posibilidad de abrir un pequeño centro artístico, no lo dudaron. «Este chico, que parecía estar destinado a quedarse siempre atrás, ahora tiene un trabajo y gana un sueldo. Ha descubierto su dignidad».

Dos chicas del Luigi Giussani Primary School entre las calles del ''slum'' de Kampala Luigi Giussani Primary School (Foto Emmanuel Museruka/AVSI)

Otro ejemplo es Florence, madre de cinco hijos. Casi todos beneficiarios del programa. Hace un año unos bandidos mataron a su marido, que trabaja de portero en un edificio, y ella dejó a todos estupefactos en el funeral diciendo: «Los perdono, porque no sabían lo que estaban haciendo». «Una madre que dice esto delante de sus hijos y de su comunidad genera algo inesperado –continúa Repossi–. Es una mentalidad nueva. Una sociedad nueva, algo que empieza a nacer y que es para todos, también para nosotros. Piensa en lo que está pasando en Ucrania o Gaza, donde el perdón parece imposible. O en nuestra vida cotidiana. ¿Qué nos dice un hecho como este?».

Todo ello sin contar con la otra cara del bien: lo que experimenta el que ayuda. «Con muchas familias se crean un vínculo estrecho. A veces vienen a conocerlos, viajan por otros motivos pero aprovechan para conocer al niño. No recuerdo a nadie que después haya dicho: “Pues muy bien” y se haya ido sin más. Permanecen unidos». Descubren un mundo que no se esperaban y a veces incluso incrementan su ayuda. «Hubo un patrocinador que al ver dónde vivía la familia del niño acabó financiando un proyecto para construir baños públicos para que pudiera beneficiarse toda la comunidad». A veces se convierten en embajadores del programa en sus lugares de residencia, como Milena y Marco, dos universitarios que aterrizaron en Kampala por el “Summer Campus” (una experiencia de tres semanas que se propone a los estudiantes universitarios, ndr). Al volver, no podían dejar de contar lo que habían vivido y así han hecho crecer el pueblo, a pesar de la distancia.