Monseñor Paolo Bizzeti, Vicario apostólico de Anatolia (Ansa-Abaca/Burak Milli/Anadolu Agency)

Bizzeti: «No olvidemos a los cristianos de Turquía»

El atentado en una iglesia de Estambul el pasado domingo no es más que una pieza más en la «escalada de violencia en la región». Habla el Vicario apostólico de Anatolia
Maria Acqua Simi

No parece haber paz para los cristianos de Oriente Medio. El Isis ha reivindicado el atentado del domingo 28 de enero en la iglesia de Santa María de Sariyer, en Estambul. Dos milicianos irrumpieron armados durante la misa y en el tiroteo un fiel resultó asesinado.

«Lo que ha pasado no debe sorprendernos, dada la escalada de violencia que está sufriendo esta región. Pero los cristianos y otras minorías resultan doblemente castigados porque su vida cotidiana no es fácil. Se ha extendido una desconfianza hacia ellos y parece que nadie se interesa realmente por ellos: ni los gobiernos europeos, que por cuestiones geopolíticas y otros intereses tienden a mirar hacia otro lado, ni los líderes de los países orientales. El problema se ha vuelto a plantear de forma dramática, pero los cristianos siguen siendo un recurso importante en el escenario actual de Oriente Medio». Quien habla es monseñor Paolo Bizzeti, nombrado vicario apostólico de Anatolia en 2015 por el papa Francisco y gran conocedor de la tierra turca, donde la presencia cristiana ha ido reduciéndose progresivamente hasta representar hoy el 0,2% de la población, mayoritariamente islámica.

De hecho, Ankara tutela formalmente la libertad religiosa pero lo cierto es que las minorías disponen de poco espacio público. Así lo muestra también el último informe de Open Doors, que describe cómo los cristianos tienen, por ejemplo, un acceso limitado al empleo público y en ciertas áreas están totalmente aplastados entre las rivalidades del ejército turco con los grupos de resistencia kurda.

«En Turquía, los cristianos han estado durante décadas en el punto de mira, a pesar de que en los últimos años la situación era más tranquila. Tal vez lo sucedido forme parte de un plan más amplio, si es cierto, como ha dicho el gobierno de Ankara, que se ha detenido a 25 terroristas que tenían planos y mapas para planificar más atentados en otras iglesias. Pero la cuestión es otra. Tendemos a acordarnos de los cristianos que viven aquí solo cuando matan a alguno, como Andrea Santoro, asesinado en Trebisonda el 5 de febrero de 2006, mientras rezaba, o monseñor Luigi Padovese, asesinado el 3 de junio de 2010 en Iskenderun. ¿Cómo es posible que los cristianos del mundo se olviden de la labor de estos hermanos que con coraje siguen viviendo en la tierra de los santos Bernabé, Pablo, Tecla o las primeras comunidades de Antioquía, Iconio o Éfeso?

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Este jesuita no lo duda. «Hay que cambiar de mentalidad y tomar conciencia de la situación que viven las minorías en Oriente Medio. Una realidad que solo puede ir a peor en esta situación de guerra en el Golfo. Los llamamientos que lanzaba san Juan Pablo II ya caían en el vacío entonces, igual que los de los Papas que le siguieron. Mientras tanto, la política no ha hecho más que alimentar la división. No podemos seguir echando gasolina al fuego con decisiones políticas poco valientes, poniéndose los unos contra los otros y mirando solo nuestros pequeños intereses particulares. Y esto se lo digo también a los gobernantes occidentales. Debemos ensanchar la mirada. Estas minorías tienen derecho a vivir seguros y con una autonomía real. ¿Cómo es posible vivir con libertad la propia fe si no es posible construir una iglesia o una escuela católica? Los fieles con los que me encuentro viven asustados y después de ataques como este es más que comprensible. Por eso también pido a los cristianos de Occidente el esfuerzo de comprometerse para que las cosas cambien, para que cambie la mentalidad de los gobernantes. Hay que rezar por los hermanos que viven en estas regiones pero también interesarse por su vida, intentar conocerlos, acoger a los cristianos refugiados que piden hospitalidad a las iglesias europeas. Podrían enriquecer la fe de todos de una forma inimaginable».