Garret McNamara sobre una ola de 30 metros.

El deseo de lo imposible

Joana Ramos

Tengo mis apuntes y mis ojos llenos de la belleza de estos días. El 22 de noviembre llovía en Lisboa. Ese día salimos a la arena de Campo Pequeno, donde se estaban ultimando los últimos detalles del Meeting Lisboa 2013. Medio centenar de voluntarios estaban ya allí. Chicos del CLU, de GS, jóvenes (y no tan jóvenes) trabajadores preparando las exposiciones y las bancas, los stand, donde estarían los patrocinadores y la gente que pasaría por allí el fin de semana para disfrutar de un denso programa de encuentros “improbables”, como los definió el famoso semanario portugués Sol. Y allí estaba yo, echando una mano en la exposición sobre C.S. Lewis, en el cincuenta aniversario de su muerte.

Bajo el lema “Sed realistas, pedid lo imposible” se han producido multitud de encuentros: desde el surfista Garret McNamara hasta el Patriarca de Lisboa, monseñor Manuel Clemente; del cantautor Tiago Bettencourt a Miguel Poiares Maduro, profesor universitario y actual ministro de Desarrollo en Portugal. ¿Pero qué les une a todos ellos? El lema del Meeting expresa el deseo de belleza y de bondad, de felicidad, que urge en la vida, de una forma confusa o implícita, pero siempre presente. En la literatura, en la expresión artística, en el pensamiento del hombre de todos los tiempos, como mostraba la primera parte de la exposición principal, al entrar en la arena donde se celebraba el Meeting.

En el encuentro inaugural, Luis Miguel Hernández, responsable de CL en Portugal y comisario de la exposición sobre el lema del Meeting, nos presentó las tres etapas que la componían. Empezando por la descripción de cómo percibimos nuestro deseo y siguiendo por cómo podemos llegar a reducirlo, cuando no eliminarlo, condenándonos así al destino de Narciso, inclinado sobre su propia imagen, que es menos bella que él mismo. O como sucede en el cuadro de Caravaggio que cerraba esta segunda etapa. La tercera parte se abría entonces con una pregunta: ¿es este el único camino? Hay otro, quizá más estrecho, pero más desafiante: la apertura a la realidad. En la experiencia de la realidad, uno puede descubrir que todo el deseo infinito que tenemos sólo puede cumplirse porque hay Uno que se ha hecho compañía para el hombre. Lo imposible que se hace posible.

Monseñor Manuel Clemente también compartió con nosotros algunas reflexiones sobre el lema: «Nosotros deseamos encontrar y, aún más, deseamos ser encontrados». Citando a san Agustín: «Belleza, tarde te amé». Muchas veces, nosotros deseamos poco, empequeñecemos el deseo que nos constituye.
Esa noche tuvo lugar el encuentro con Garrett McNamara, que surfeó sobre una ola gigante – de casi 30 metros, lo que le valió el récord mundial en 2011 – en Nazaré, una playa portuguesa donde un fenómeno natural único en el mundo crea olas enormes muy cerca de la costa. “Una ola llamada deseo” fue el título del encuentro con este surfista americano. Había muchísima gente. Todos querían conocer a ese hombre que nada más empezar a hablar hizo evidente su sencillez y llamaba la atención su amistad con la gente de Nazaré, que le acogió con un afecto que le hacía sentirse como en casa. Cuando alguien le preguntó por qué busca olas tan gigantes, él respondió: «Porque me asustan las olas pequeñas».

El sábado no fue menos. Un encuentro sobre la búsqueda científica y otro sobre empresas, organizado por la Compañía de las Obras, con el testimonio de cuatro emprendedores sobre el tema “Construir: la expresión del deseo de una comunidad”. En otro escenario Flora Crescini habló sobre Charles Péguy, uno de los autores preferidos de don Giussani.
El encuentro central corrió a cargo de Javier Prades, rector de la Universidad San Dámaso de Madrid. Mediante un recorrido histórico mostró cómo esa frase, «sed realistas, pedid lo imposible», había expresado en el 68 la insatisfacción por un sistema político y cultural en profunda crisis, y avanzó una lectura sobre lo que estamos viviendo hoy. Existe un malestar real en nuestras sociedades: es un hecho, y ninguna medida política o económica es capaz de resolverlo. Habló de una crisis existencial, según una dimensión antropológica. Y lo hizo a partir de la lectura de varios artículos de la prensa española que denunciaban, por ejemplo, un clima de banalidad y superficialidad insoportable. En cambio, en el Evangelio encontramos a gente que habla de algo que les puede cambiar. Del encuentro con una presencia excepcional que les hace descubrir que la vida tiene una profundidad infinita. «La sustancia del deseo es un encuentro». El hecho más excepcional es la Resurrección, que nos abre a una esperanza más grande, porque la muerte y el pecado por fin pueden ser vencidos. Esto abre la vida a un futuro eterno, que hace posible vivir lo cotidiano con confianza.

Estas cosas se hacen aún más claras en los rostros de tus amigos, tomando un café. Pero también en el resto de la gente, que es mucha y muy distinta. Te sorprender al encontrar a alguien a quien no esperabas, que además está visiblemente impactado: «Estoy muy contento de estar aquí, vuelvo a casa con un montón de cosas que contar». Y lo mismo vuelve a suceder por la noche. En el encuentro con el cantautor Tiago Bettencourt, que habló de sí mismo, de por qué escribe y qué desea con su música. Terminó ofreciéndonos cuatro canciones preciosas, una de las cuales dice que nada le basta porque «tengo hambre de más». Es la forma más bonita de expresar el deseo que todos compartimos.

Y llegó el último día. Empecé a mirar de nuevo las caras de la gente y me llamaron la atención los voluntarios. Eran casi doscientos. Algunos haciendo trabajos entre bastidores, como limpiar y recoger las salas, otros haciendo visitas guiadas en la exposición, otros en el servicio de orden. Sus caras expresaban alegría después de dos días de trabajo duro y gratuito. Al terminar la misa de los voluntarios, hubo un encuentro dedicado al deporte con un atleta paralímpico. Luego llegó el turno de C.S. Lewis y G.K. Chesterton. En el cincuenta aniversario de la muerte del primero, algunos universitarios apasionados por su obra decidieron preparar una exposición y un pequeño libro, tomando como punto de partida el papel que tuvo la obra de Chesterton en su camino de conversión.
El encuentro final, sobre “Fe, razón y derecho en la identidad occidental”, reunió en la mesa al ministro y profesor Miguel Poiares Maduro, que también estuvo en el Meeting de Rimini, y a Manuel Braga da Cruz, también profesor universitario y sociólogo. En un denso diálogo, discutieron sobre las raíces cristianas de Occidente, pero también sobre los discursos de Benedicto XVI dedicados a la razón y a la dimensión pública de la razón, todo ello enmarcado en el amplio tema de la crisis europea.

El Meeting terminó con la fiesta de un grupo de amigos cantando y tocando hasta que llegó la hora de desmontar. ¿El año que viene? Seamos realistas, pediremos lo imposible.