Foto: Roberto Masi

«La belleza de una vida completamente entregada a Cristo»

El 24 de junio se celebraron las ordenaciones de la Fraternidad de misioneros San Carlos. El mensaje para los nuevos sacerdotes, Marco Vignolo y Mattia Zuliani, y los diáconos Antonio Acevedo, Michele Baggi, Emanuele Fadini, Luca Montini y Patrick Valena.
Julián Carrón

A los queridísimos
don Marco Vignolo y don Mattia Zuliani
y Antonio Acevedo, Michele Baggi, Emanuele Fadini, Luca Montini, Patrick Valena


Queridos hermanos:
Me uno a vosotros espiritualmente, y junto a mí todo el movimiento de Comunión y Liberación participa de vuestra alegría, de la de toda la Fraternidad sacerdotal, de la de las Misioneras, de la de vuestros seres queridos y de la de vuestros superiores en este momento en que, por la imposición de las manos de Su Eminencia el cardenal Angelo Scola, vais a recibir la gracia del sacerdocio y del diaconado.

Doy gracias por vuestro «sí» al Señor, que renueva ante nuestros ojos la evidencia de la belleza y de la conveniencia humana de una vida completamente entregada a Cristo, que la ha elegido y preferido de forma misteriosa. Pido al Señor que vuestra vida conformada con Cristo Salvador sea un instrumento verdadero de su misericordia y de su salvación para los hermanos a vosotros confiados y que podáis vivir cada día la memoria de Cristo que, como nos ha recordado el papa Francisco, «nos permite permanecer en el amor, re-cordar, es decir, llevar en el corazón, no olvidar que nos ama y que estamos llamados a amar» (Homilía del Corpus Christi, 18 junio 2017).

Permanecer en su amor es posible si se renueva cada día la conciencia agradecida del carisma que nos ha aferrado y nos aferra, el carisma de don Giussani, que vive hoy para el bien de la Iglesia y de nuestros hermanos los hombres en la vida y en la forma actual del movimiento, tal como sucede cada día. Creo que esta es la razón profunda de la Fraternidad Sacerdotal que inició monseñor Camisasca.

Os pido que, en la celebración de la Santa Misa y en vuestra oración, confiéis a la Virgen a todas las comunidades esparcidas por el mundo y la vida de cada uno, especialmente de los que están más probados, para que nos ayude cada día a gastar nuestra existencia por la gloria humana de su Hijo.