«Una historia que no me abandona, vaya donde vaya»

El testimonio de Giulia que en Holanda experimenta una profunda gratitud por la historia y la educación que nunca la abandonan.

El otro día tuve un momento de crisis... Desde que llegué tenía curiosidad por ver hasta cuándo me duraría el entusiasmo casi irreal de tener una nueva vida. Y hace unos días me descubrí muy triste, sin una razón verdadera. Por experiencia, cuando siento que me ahogo en las circunstancias, lo que me permite volver a respirar es la compañía de mis amigos de GS.

Como no podía verlos físicamente, me acordé de que podía leer la intervención de Julián Carrón en la peregrinación a Caravaggio, que mis amigos me habían enviado y que yo había obviado. Así que durante la hora de matemáticas me puse a leerla... y me conmoví. Sobre todo en el momento en que dice: «Cada uno puede hacer del carisma y de su historia lo que quiera: reducirlo, hacer de él una lectura parcial (convirtiéndolo así en algo monstruoso), plegarlo al propio gusto vital o al propio cálculo, abandonarlo por negligencia, testarudez o superficialidad o dejar que revista acentos en los que nuestra persona se encuentre más a sus anchas, más a su gusto, y le cueste menos esfuerzo». Me impresionó mucho, porque me estaba hablando a mí, ahora. Inmediatamente me di cuenta de que lo que Carrón estaba describiendo para mí era algo cotidiano.

He llegado a un país nuevo, a una familia nueva, a una escuela nueva. Nadie me conoce, me puedo "recrear de nuevo" si quiero. Pero aquí está la dificultad: no tienes prácticamente nada, no tienes amigos que te conozcan y sepan quién eres, parece que ni siquiera tienes contigo tu propia historia.

Respecto al carisma... Aquí eres la nueva, la exótica, todos tienen curiosidad y ganas de escucharte. Resulta casi natural disfrutar de esta situación y sacarle provecho. Pero estoy descubriendo que eso no me interesa. No me conviene, aparte de que sería una deslealtad conmigo misma. Me sorprende que cuando siento que me ahogo, mi historia nunca me abandona.

Puedo incluso sentirme un poco ridícula diciéndole a mis compañeros de clase, todos ateos, que voy a misa todos los domingos aunque no entiendo lo que el sacerdote dice. Pero cuando la vida aprieta, como en la hora de matemáticas, puede faltarme todo pero se me hace evidente que yo tengo una historia y una educación. Y eso es lo que me salva. Tengo tal certeza y soy mirada de tal modo en la vida que lo primero que siento es una profunda gratitud, y en segundo lugar me empiezo a mover, pidiendo tener una mirada así también yo hacia mí misma.

Giulia, Zutphen (Holanda)