El regreso

Tras años de ausencia, la sorpresa de experimentar nuevamente un encuentro con Cristo leyendo Huellas y encontrar en las palabras del Gius las respuestas que el corazón exigía

Hace un mes he regresado a Escuela de comunidad, después de 5 años de ausencia, y aunque no había dejado de asistir a la iglesia en todo este tiempo, estando en la Escuela me han preguntado qué me hizo volver. He respondido que aunque mi camino ha sido seguir a Cristo, había sentido el vacío de ese encuentro concreto con Él, que recordando las primeras vacaciones del Movimiento a las que asistí, fue cuando realmente había tenido un encuentro personal con Cristo a través de las personas que allí conocí. Esa experiencia nunca la volví a vivir; sentía nostalgia de los años transcurridos en el Movimiento y mi corazón guardaba muchas veces el deseo de volver.
Para ello, a través de un sinnúmero de situaciones que estaba viviendo, relacionada con el comportamiento de mi hijo Nicolás de 11 años, me sentía sin fuerzas ni ánimo, no encontraba la luz que me sacara de esa obscuridad, me dejaba ahogar por los problemas y procedía con mi hijo de manera insensata, nada cercana a la misericordia de Dios.
Por medio de esta circunstancia buscaba más al Señor y sabía que me estaba atrayendo nuevamente hacia Él.
Por estos días tuve la atracción de leer una revista Huellas de las tantas que guardaba en un librero de mi consultorio y que durante mucho tiempo ni toqué. Leyendo en uno de sus artículos a don Giussani, experimenté nuevamente un encuentro con Cristo a través de sus palabras, pues encontré en ellas las respuestas que mi corazón exigía. Fue como si despertara ese recuerdo dormido en mí, y en ese momento me dije que debía conseguir los números actuales de Huellas.
Para conseguirla pensé en ponerme en contacto con una amiga del Movimiento y sin haberla llamado aun, como respuesta del Señor al día siguiente, llega a mi consultorio Otto, otro amigo de CL, trayendo la revista con la portada del Papa Francisco, que era un motivo más para quererla, pues desde su designación estaba pendiente de él y lo veía por un canal católico por cable.
Ciertamente no podía creer lo que estaba sucediendo, caí en cuenta de que Cristo no esperó que yo actuara el había tomado la iniciativa primero, y le dije a Otto que todo era una “Diocidencia”, una coincidencia con Dios. Encima, para completar este acontecimiento, además me invita a una Asamblea que se realizaría en dos días, en la que iba a intervenir Jesús Carrascosa un amigo español que con frecuencia nos visitaba para ayudarnos en el camino.
Tenía compromisos adquiridos en el trabajo que no podía postergar, con una pareja de esposos que venían de la Ciudad de Manta, pero deseaba tanto estar allí, que el mismo día sábado, una hora antes, me llaman a cancelar la cita, el Señor me estaba concediendo otro regalo. Con gratitud verificaba aún más que toda mi vida depende de Él, que Jesús siempre me ha tenido aferrada a Su amor y que ahora me estaba pidiendo regresar.

Rosy, Portoviejo (Ecuador)