Un momento de fiesta durante Encuentro Santiago 2016.

Dejarse tocar por la Belleza

Luca Valera

«Debemos descubrir la Belleza que hay dentro de la belleza». Son palabras de Bolívar Aguayo, responsable de la CdO en Chile y América Latina, durante el encuentro final de la segunda edición de Encuentro Santiago, que se celebró el fin de semana del 4 al 6 de noviembre bajo el lema “Testigos de Belleza”. De hecho, han sido días para descubrir que en Santiago de Chile la palabra “belleza” va muchas veces de la mano de las palabras “drama” y “crisis”, y que todo lugar y circunstancia puede ser una feliz ocasión para testimoniar la fascinación de la presencia de Dios en la propia vida.

Cualquier circunstancia, fue así incluso en el Chile de los años ochenta, tan duramente golpeados por la dictadura, pues en aquellos años se pudo construir una obra tan hermosa como el colegio San Pablo Misionero. También en Coatzacoalcos (México), donde los secuestros y los homicidios están a la orden del día, como relataba Oliverio González, que vivió en primera persona la tragedia del secuestro y asesinato de su padre, para después encontrarse con el rostro misericordioso de Dios. Por tanto, ¿dónde está la belleza en todo este drama? ¿Cómo es posible encontrarla hasta en una cárcel de Brasil? Una pregunta que surge escuchando a Javier Restán Martínez, que narró una de las experiencias que más le han cambiado la vida, como es la de las cárceles sin carceleros de APAC. Hay que «dejarse encontrar por la Belleza», por Dios, como señalaba el padre Marco Aleo en la homilía dominical. «Una llamada que invade toda nuestra vida. Toda, los errores y los éxitos. Y por eso nos pide ser custodios y constructores».

La misma llamada que pidió a Eva Rosario Gutiérrez, empresaria en Veracruz (Méxito), volver a empezar después del asesinato de su marido por parte de su propio chófer. Vendió la empresa del marido y puso en marcha una actividad de pastelería junto a una amiga. Dieciocho años después, en su empresa da trabajo a 80 empleados.

Una belleza con múltiples voces, porque es la belleza de Dios. Discreta pero profunda, como las notas de Chopin que toca Adrian Pin. Pero también provocadora, como la que lleva a escena la Compañía Convivio, un grupo de chavales de Puente Alto, un barrio problemático en Santiago, que se aventuró a vivir intensamente el Bariona de Jean-Paul Sartre. Una belleza llena de color y alegría como la de las costumbres y bailes folclóricos latinoamericanos de los alumnos del Colegio Patrona en la capital chilena, que fueron los encargados de poner el punto final al Encuentro. O una belleza nostálgica y refinada, como la armonía de las notas de las canciones brasileñas de Marcela y Nani, que amenizaron la noche del sábado. Así como una belleza tierna y sencilla como la de los voluntarios que colaboraron en la realización del Encuentro, en los juegos, las actividades infantiles, el montaje de las salas…

La belleza de una vida que responde a la llamada de Dios, incluso cuando la felicidad parece imposible, como muestra la historia de Chiara Corbella, protagonista de la exposición principal, que cruzó el océano para grabarse en los corazones de muchos chilenos. En Santiago se puso de manifiesto que la belleza no siempre es evidente o impetuosa. A veces se oculta en los pliegues de una vida aparentemente sencilla o insignificante para los ojos del mundo, como la de muchos protagonistas de nuestros días. Una vida dramática y hermosa a la vez, al estar marcada por el hecho de ser amados y amar a Dios y a los hermanos, como escribió Chiara Corbella a su hijo Francesco: «El amor te consume, pero qué bello es morir consumidos, igual que una vela que se apaga solo cuando ha alcanzado su objetivo».