Francisco y el gran imán de Al Azhar.

«La visita del Papa a El Cairo es un gran signo de amistad»

Ni los atentados ni las advertencias han detenido a Francisco, que este fin de semana visita Egipto. Un viaje decisivo en un momento marcado por la persecución de los cristianos, las divisiones entre las iglesias y la difícil relación con Occidente
Luca Fiore

¿Qué Egipto recibe al Papa Francisco? Un país donde para darle la bienvenida, el terror islamista manda a sus kamikazes a hacerse estallar en las iglesias. Pero también donde las mezquitas acogen a los cristianos heridos y donde los musulmanes indignados corren a los hospitales para donar sangre. Un país donde los familiares de las víctimas perdonan a sus asesinos, y donde las autoridades musulmanas, como Ahmad Al-Tayyib, el gran imán de Al Azhar, la universidad islámica más importante del mundo suní, condena los atentados terroristas.
El Papa Francisco no dejó pasar ni un día desde los atentados del pasado Domingo de Ramos para confirmar que iría igualmente a Egipto. No temió la guerra en la República Centroafricana ni teme la de Sudán del Sur. Las advertencias del Daesh no bastan para hacerle cambiar de idea respecto a El Cairo. Y el lema de la visita se ha transformado en una especie de desafío: “El Papa de la paz en el Egipto de la paz”.

«Hay varios motivos por los que este viaje resulta importantísimo», explica Wael Farouq, egipcio, musulmán y profesor de Árabe en la Universidad Católica de Milán. «La primera es que en Egipto hay 500.000 católicos que son una minoría dentro de la minoría. Los cristianos egipcios, coptos, son cerca de 15 millones, pero son en su mayoría ortodoxos. Los católicos viven en los márgenes de la sociedad y para ellos será la visita de su vida, será un acontecimiento, podrán decir: “El Papa pasó por aquí”, “El Papa vino a vernos”. Supondrá un gran ánimo, sobre todo en este momento de graves dificultades». Pero visitar a los católicos en Egipto, explica Farouq, significa también encontrarse con la mayor comunidad presente en Oriente Medio. «Medio millón de fieles es un porcentaje pequeño respecto a los cien millones de habitantes de Egipto, pero se trata de un número muy grande si tenemos en cuenta su presencia en la región: Israel, Palestina, Líbano. Se trata de un gesto de atención y servicio a su pueblo presente en estos países de mayoría musulmana».

El hecho de que el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, anunciara que acompañaría a Francisco a El Cairo dice mucho de la importancia de esta visita desde el punto de vista ecuménico. «Las minorías religiosas viven en Oriente Medio un momento especialmente difícil», continúa Farouq. «No solo me refiero, como es evidente para todos, a la persecución de los cristianos y al intento de echarles de sus tierras. Existe un problema de relación interno. Los cristianos de Oriente Medio están divididos. Que Francisco vaya a Egipto y ofrezca un signo de amistad a la Iglesia copta ortodoxa es motivo de esperanza para toda la región. Es extraordinario que Bartolomé I haya querido participar en la visita de Francisco. Juntos pueden mostrar la amistad que tienen entre ellos y con el papa copto Tawadros II. Es un signo muy importante en sí mismo, para el bienestar de la sociedad y también porque la unidad entre las iglesias y entre los cristianos de diversas confesiones puede ayudar a afrontar la persecución en acto. Los que persiguen a los cristianos en Oriente Medio no hacen diferencias entre católicos y ortodoxos, pero a menudo entre ellos existe una desconfianza que dificulta la ayuda mutua».

No solo eso. La visita del Papa es una provocación para la sociedad egipcia como tal, marcada por diferencias y fracturas, por heridas pendientes de curar pero que podrían no sanar nunca. «La diversidad es muy valiosa en un contexto de mayoría musulmana. Francisco mostrará al mundo la riqueza que es la diversidad. La coexistencia de distintos componentes en la sociedad no es solo un valor para los cristianos, que son la componente más débil por ser minoritaria, sino también para los musulmanes. Las sociedades donde se valora la diferencia tienen más posibilidades de crecer. Donde no es así, prevalece la lógica de la violencia». Vivir la diferencia del otro como una oportunidad en vez de como una amenaza puede transformar la convivencia en profundidad. «El conocimiento y el respeto del otro, del que es diferente, también es bueno para la experiencia religiosa. El encuentro, la amistad, el respeto entre cristianos y musulmanes nutre la experiencia religiosa de ambos, porque permite a cada uno verificar la propia tradición».

También hay, según Farouq, un discurso cultural que aborda las difíciles relaciones entre Egipto y Occidente: «Ir hoy a El Cairo significa ofrecer una señal de confianza en un momento en que las relaciones políticas están dominadas por estereotipos mutuos. Esta visita puede ayudar al menos a atenuar este clima de desconfianza». No se trata de fingir que no hay problemas, explica el profesor, sino de encontrarse, hablar permite ver la situación desde el otro lado. «La presencia del Papa recordará a todos que Egipto es un lugar importante para las tres grandes religiones, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Egipto acogió a José y a los hijos de Jacob. En Egipto se refugió la Sagrada Familia en su huida de Herodes. Estos hechos permiten volver a dirigir una mirada espiritual sobre los hechos de la historia. Es decisivo concebir las relaciones humanas de un modo distinto, más profundo, sobre todo en el contexto de un país que vive una delicada transición».

¿Y la relación entre la Iglesia católica y el islam? La visita a la universidad de Al Azhar pone fin, sin duda, a las dificultades surgidas con motivo de los malentendidos en torno al discurso de Ratisbona de Benedicto XVI, y además restablece las relaciones en un contexto en que el presidente egipcio, Al Sisi, también ha pedido a sus autoridades una contribución para la reforma interna del islam. «Desde el punto de vista del pensamiento y la doctrina, Al Azhar es el centro más relevante del mundo musulmán sunita. Es el lugar al que todos los musulmanes sunitas miran. Pero la clase intelectual musulmana debe encontrar su camino para salir de la crisis en que se encuentra. Una crisis del uso de la razón, como justamente indicaba el Papa Ratzinger. El testimonio de la fe y los gestos de amistad y de paz del Papa Francisco no pueden más que ser de ayuda, pues indican un camino que recorrer».