Siempre «en busca del amado»

Radio Vaticana
Amedeo Lomonaco

Era el 29 de junio de 1951, solemnidad de san Pedro y san Pablo. El Papa emérito recibía la ordenación presbiterial junto a su hermano Georg y otros 42 hermanos. Una gran fiesta que se ha renovado ahora en el Vaticano, en la Sala Clementina, con el abrazo entre los dos pontífices. El Papa Francisco recordó, citando palabras de Benedicto XVI, que la teología es «la búsqueda del amado»: lo más decisivo de nuestras jornadas –explicó– «es que el Señor esté verdaderamente presente. (…) Que lo deseemos, que interiormente estemos cerca de Él, que le amemos, que realmente creamos profundamente en Él, y que creyendo le amemos de verdad».

Francisco: mirada y corazón hacia Dios
Lo único realmente decisivo es «tener la mirada y el corazón dirigidos a Dios». La mirada amorosa de Benedicto XVI –dijo Francisco– también se dirige a la Iglesia: «Usted, Santidad, sigue sirviendo a la Iglesia, ciertamente no deja de contribuir con vigor y sabiduría a su crecimiento, y lo hace desde el pequeño monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano, que demuestra así ser todo lo contrario de uno de esos rincones perdidos donde la cultura actual del descarte tiende a relegar a las personas cuando, con la edad, sus fuerzas decaen».
«Es todo lo contrario», afirmó el Santo Padre, «permita que lo diga con fuerza su sucesor, que eligió llamarse Francisco, porque el camino espiritual de san Francisco empezó en San Damián, pero su lugar verdaderamente amado, el corazón pulsante de la Orden, allí donde la fundó y donde entregó su vida a Dios fue la Porziuncola, la “pequeña porción”, un rinconcito en la Madre de la Iglesia»...

«Siga testimoniándonos el amor de Dios»
El Papa Francisco se dirigió a Benedicto XVI como “querido hermano”. «La providencia ha querido que usted, querido hermano, llegara a un lugar digamos propiamente “franciscano”, del que emana una tranquilidad, una paz, una fuerza, una confianza, una madurez, una fe, una dedicación y una fidelidad que me hacen mucho bien, me dan mucha fuerza a mí y a toda la Iglesia. Y también me permitiré decirle que también recibo de usted un sano y alegre sentido del humor».
Al terminar, el Santo Padre expresó un deseo final. «Quiero terminar con un deseo que le dirijo a usted y junto a nosotros a la Iglesia entera: que usted, Santidad, pueda seguir sintiendo la mano del Dios misericordioso que la sostiene, que pueda experimentar y testimoniarnos el amor de Dios; que, con Pedro y Pablo, pueda seguir exultante de gran alegría mientras camina hacia la meta de la fe».

Benedicto XVI: «Gracias, Papa Francisco»
Euxapiotoµev (demos gracias). Esta palabra en griego, escrita por un hermano ordenado sacerdote hace 65 años con Benedicto XVI sobre una imagen como recuerdo de su primera misa, orientó el discurso pronunciado por el Papa emérito.
«Con esta palabra, en sus múltiples dimensiones, ya está dicho todo lo que se puede decir en este momento. Euxapiotoµev dice un gracias humano, gracias a todos. Gracias sobre todo a usted, Santo Padre. Su bondad, desde el primer momento de su elección, en todos los momentos de mi vida aquí, me llama la atención y me acompaña realmente, interiormente. Más que los jardines vaticanos con toda su belleza, su bondad es el lugar donde habito y donde me siento protegido».
El Papa emérito siguió declinando la palabra “gracias” hasta su deseo final: «Que este no sea un mundo de muerte, sino de vida; un mundo donde el amor ha vencido a la muerte».