Una nueva forma de hacer cultura

Cuarta edición del concurso de Filosofía para estudiantes de los últimos cursos de los liceos italianos. Lecciones, debates y muchos diálogos entre alumnos y profesores, un trabajo que hace emerger "otra" manera de estudiar
Marco Villata y Filippo Tosco*

Durante los días 17 y 18 de marzo se celebró en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino de roma la cuarta edición del concurso nacional de filosofía Romanae Disputationes, para estudiantes de los tres últimos cursos de liceo y promovido por la asociación ToKalon. La edición de este año llevaba por título "Logos y Techne, tecnología y filosofía", y en ella se dieron cita 3.200 estudiantes procedentes de 122 centros de toda Italia.

Como todos los años, el evento había contado a principios de noviembre con una serie de lecciones impartidas en streaming por los filósofos Carlo Sini, Costantino Esposito y Carmine Di Martino. Estos encuentros sirvieron para introducir a los alumnos en las categorías de una oposición, la de tecnología y filosofía, que se ha convertido ya casi en un lugar común, ofreciendo a los concursantes unas pautas para que pudieran elaborar un trabajo en grupo, escrito o multimedia, donde se midieran con alguno de los problemas filosóficos más actuales en nuestro tiempo.

Los dos días de encuentro en Roma contaron también con la participación de algunas figuras de la cultura, con las que poder dialogar y plantear preguntas. Tras una breve pero intensa inauguración a cargo del musicólogo (y filósofo) Pietro Toffoletto, el exministro de Educación Francesco Profumo mostró apasionadamente las razones que sostienen una sociedad tecnológica, suscitando, tanto entre los alumnos como entre los profesores, muchas preguntas de cara a un futuro diseñado exclusivamente de manera digital. Mundo laboral incluido. Por tanto, su intervención nos puso delante del carácter de revolución antropológica total, que requiere una movilización del espíritu igualmente total.

La mañana del sábado estuvo marcada por la intervención de Roberto Mordacci, rector de la Universidad Vida y Salud San Rafael de Milán. El problema del hombre ante el misterio del ser lo expresa la metáfora del mar, visto desde una doble orilla, nórdica y mediterránea. La mirada de Kant, distanciándose de su gélida Königsberg e interpretando como una alteridad inhumana ese lejano horizonte, se puso en evidencia ante la proyección de una serie de imágenes de un mar tempestuoso, sinónimo de peligro. Por otra parte, la mirada griega, cuyo horizonte marino invita al dominio racional. La línea expuesta por Mordacci recorría así la filosofía clásica y moderna, mostrando un contraste irreducible, dentro del cual la técnica moderna solo representa una ilusoria forma de conciliación.

La tercera opción éramos nosotros, que estábamos allí delante, junto a nuestros compañeros de clase, acompañados de nuestro profesor. Lo más asombroso de participar allí es ante todo la relación que se da entre profesores y alumnos. Estos dos días se convirtieron de manera natural en un momento de diálogo y profundización no solo cultural, sino también personal. Lo mismo podría decirse de los ponentes, aunque no siempre tuvieron ocasión de pasar tiempo con los estudiantes y responder a sus preguntas y curiosidades.

La verdad es que las Romanae Disputationes pasan de ser un "simple" evento cultural más a un auténtico "paradigma cultural", ejemplificando así cómo debería ser la escuela y la enseñanza: una relación entre personas.

Mientras hablaban los ponentes, era difícil distinguir, dentro del aula magna, quiénes eran los profesores y quiénes los alumnos. Todos estábamos atentos para escuchar y tratar de entender, todos en búsqueda. Todos podíamos expresar nuestras valoraciones, consensos y disensos. No es nada obvia esa forma de estar delante de las cosas, sobre todo delante de una asignatura como la filosofía. Tampoco es fácil encontrar a alguien que ame el estudio y lo haga con pasión y por pasión.

Resulta extraordinario, cuando no excepcional, pasar dos días así, aprendiendo sin libros, solo con la propia experiencia. Un cara a cara entre la propia sensibilidad y la de los grandes maestros. Es una cultura nueva, ¿pero de dónde nace? ¿Por qué no podemos estudiar siempre así? ¿Por qué no es habitual una relación tan personal con nuestros profesores?

De estas preguntas emana una evidente exigencia de estudiar siempre de esta manera, con esta pasión, con estas ganas de implicarse y medirse con otras figuras y realidades más grandes, con esta alegría de trabajar juntos. ¿Acaso no es este el objetivo de la cultura, una feliz apertura entre los hombres? Como decía santo Tomás, «discere in dulcedine societatis». Aprender de la alegría de nuestro estar juntos.
*alumnos del Liceo Científico Santa Ana de Turín