Monseñor Nona durante el encuentro <br>con los alumnos.

«Necesitamos veros felices»

Andrea Sansonetti

«Ahora quieren arrancarnos de nuestra tierra. Una tierra bañada con la sangre de los mártires. Donde Hammurabi escribió sus leyes, donde el profeta Jonás pidió a los habitantes de Nínive que hicieran penitencia. ¡Tened misericordia de nosotros!».
Así hablaba en agosto de 2014, en el Meeting por la amistad entre los pueblos en Rímini, monseñor Shlamon Warduni, obispo auxiliar de Bagdad, en los días en que 120.000 cristianos tuvieron que abandonar Mosul y la llanura de Nínive al norte de Iraq, atacados por los militantes del Isis.

De sus palabras nos impresionaron sobre todo dos cuestiones: su dramática petición de no caer en el olvido y el hecho de que siguiera refiriéndose a su historia bimilenaria y a su relación con el profeta Jonás, cuya tumba –conservada en la homónima mezquita de Mosul (la antigua Nínive)– acababa de ser destruida por los fundamentalistas.

La mención de Jonás y su historia nos interpeló especialmente, pues un grupo de profesores de los Liceos clásicos y científico Alexis Carrel de la Fundación Grossman llevábamos un par de años trabajando sobre la Biblia. De hecho, habíamos descubierto que estudiar el estilo narrativo del texto bíblico es fundamental para educar nuestra la razón en el reconocimiento de los nexos entre las partes de una narración, para leer a Dante, para comprender la historia, y para entendernos a nosotros mismos.

Con motivo del Open Day, propusimos a nuestros alumnos profundizar en la historia del pueblo iraquí y del profeta Jonás, para responder al grito de monseñor Warduni. ¿Quién es Jonás? ¿Por qué los iraquíes tienen un vínculo tan fuerte con este profeta? Descubrimos que aún hoy los cristianos de Mosul y de todo Iraq observan el ayuno que practicaban los habitantes de Nínive después de su predicación. Un chico preguntó entonces: «¿Por qué precisamente ellos, con todo lo que están sufriendo, hacen el ayuno de Jonás? ¿Qué sentido tiene para ellos?». Esta pregunta nos obligó a los profesores a reconocer que no éramos capaces de responder y que teníamos que buscar a un testigo que nos ayudase a entender el significado de ese gesto.

Tuvimos la posibilidad de plantear esta y otras preguntas el 10 de enero al arzobispo de Mosul, monseñor Amel Shamon Nona, durante una conexión por Skype. Hubo dos cosas que nos llamaron especialmente la atención: su reclamo a la historia como responsabilidad y la exigencia de ser felices en nuestra fe cristiana como el más concreto gesto de cercanía al drama de su pueblo.

Todos reconocimos el poderoso desafío que planteaba el testimonio de monseñor Nona, hasta el punto de pedirle poder verlo en persona. El sábado 24 de enero el arzobispo vino a vernos. Le recibimos en el Aula Magna de nuestra escuela, donde gracias a las numerosas preguntas de los alumnos pudimos conocerle mejor, tanto a él como la historia de su pueblo.

Recordando estos meses de persecución, nos contó qué le sostiene ante el mal: «En Oriente cuando el mal actúa creemos que Dios actúa todavía más. ¿Por qué? Porque cuando vemos el mal, el mal ante nosotros, cuando vemos la crueldad de quien mata, de quien expulsa a los inocentes, creemos que allí Dios se muestra todavía más. Creemos que el mal que hace esa gente no viene de Dios, solo viene de ellos; por tanto hay que mostrar más quién es Dios delante de estas personas. Dios actúa allí donde está la tristeza y también donde está el mal».

Sobre el vínculo de los cristianos iraquíes con Jonás, dijo: «Este profeta representa ese conflicto que existe en la vida entre obedecer a la palabra de Dios o “sentir” nuestros sentimientos. En Iraq nosotros somos una comunidad pequeña, una minoría en medio de una mayoría musulmana; esta comunidad es parecida a Jonás, porque al profeta Dios le dijo: “Ve a decir a los habitantes de Nínive que dentro de cuarenta días lo destruiré todo”. Pero él, al ver que Dios no destruyó la ciudad, se enfadó: “¿Por qué no has destruido la ciudad? Aunque sufren, merecen que su ciudad sea destruida”. Este punto de vista es muy parecido al nuestro, que vemos muchas cosas horribles que se cometen contra nosotros. Pero, puesto que somos cristianos, decimos: “Nosotros os amamos”. Pero por dentro tenemos los mismos sentimientos que Jonás. Es el mismo conflicto que se da en la comunidad cristiana iraquí y por eso es tan cercano a nosotros: representa la guerra que existe dentro del hombre».

Algunas alumnas que participaron desde el principio en el trabajo sobre Jonás escribieron este mensaje tras el diálogo con Nona: «Este encuentro es el testimonio de una fe tan grande que consigue mantener unido a un pueblo a pesar del drama que está viviendo, y es el inicio de un camino para cada uno de nosotros. Para nosotros, este camino empezó en el momento en que decidimos escribir una carta a los jóvenes iraquíes, donde expresábamos nuestro reconocimiento por habernos hecho conscientes de la responsabilidad de testimoniar nuestra fe con coraje».