Entre educación e innovación: «Levantaos, os toca a vosotros»

Gabriella Meroni

¿Cuál es la verdadera novedad en clase? Fácil: eres tú. Más que las tablet, más que las pizarras electrónicas, más que cualquier reforma o que la autonomía. Porque si el que está en el pupitre (o dando clase) es un yo adormecido, no hay pantalla que valga: ninguna innovación o gran idea bastará para despertarle.

Estamos en Cometa, una obra que nació de la experiencia de comunión entre familias de acogida de menores y que ahora es un punto de referencia para el sistema escolar italiano con la escuela profesional “Oliver Twist”. El 25 de septiembre celebró un seminario internacional dedicado a la Innovación Social, en el que participaron expertos de toda Europa. El encargado de inaugurar las sesiones fue Erasmo Figini, uno de los fundadores de Cometa: «Existen lugares que por naturaleza crean innovación social, y este es uno de esos lugares», explicó. «El motivo consiste totalmente en su origen, que se funda en tres palabras: acoger, amar, educar. Todos los días nos reclamamos a esto, vivir aquí con estos chicos nos ha devuelto la certeza de un bien común dentro de la sencillez cotidiana. Por eso el deseo nunca se apaga».

Deseo, bien, cotidianeidad. La novedad nace de aquí, porque si el corazón que desea no encuentra un lugar que le sostenga en su búsqueda, todo está destinado a terminar. «Estamos en la época de la hipervelocidad, pero eso no significa que la educación pueda prescindir del pasado, de la tradición, que proporciona los instrumentos para afrontar lo nuevo», señaló Juan Carlos De Martin, profesor del Departamento de Automática e Informática en el Politécnico de Turín: «pero a menudo se narra el pasado eliminando lo que aparentemente no ha funcionado, como si fuera inútil detenerse en lo que no ha tenido éxito; es un error, porque así no se alimenta el sentido de lo posible. En cambio, hay que nutrirse del pasado distinguiendo lo que hay que conservar y lo que hay que innovar. Esta capacidad de discriminar es esencial: queremos innovar, pero a veces innovar significa preservar».

Una perspectiva inédita, sobre todo para un técnico, que vuelve a poner en el centro a la persona, y en Cometa encuentra tierra fértil. Basta pensar que la mesa donde se sirvió el coffee break estaba hecha a mano con madera de olivo de hace mil años.

También apostó por la iniciativa personal el profesor Geoff Mulgan, ex colaborador de Tony Blair y hoy responsable de Nesta, la mayor agencia británica de promoción de innovación social y tecnológica, que fue a Como para conocer mejor «esta escuela de excelencia», y que está seguro de que para salir de la crisis hay que apostar por «cerebros que se activan en todo el mundo para resolver los problemas no con leyes sino con acciones prácticas. Pequeñas, pero incisivas y ágiles, tecnológicas pero también humanas». Puso el ejemplo de ONG y asociaciones sin ánimo de lucro que no esperan las ayudas del gobierno sino que se lanzan a la arena ofreciendo educación a los niños, servicios a las familias o incluso sencillamente nuevas formas de viajar y acercar países y culturas distintas entre sí. «La política llega tarde, como siempre, porque intenta volver a la situación pre-crisis y no prepara la nueva economía ni las oportunidades necesarias para el futuro. El cambio, sin embargo, siempre viene desde abajo, de las personas».

Con atención le escuchaba un representante del gobierno, el joven (36 años) jefe del Departamento del Ministerio de Educación italiano, Alessandro Fusacchia. Que sorprendentemente decidió recoger el balón y atacar al centralismo estatalista: «Debemos abandonar la idea de que cualquier superministerio o supertécnico nos pueda dar la receta mágica», afirmó: «Debemos fiarnos de vosotros, de modelos como Cometa, que ponen en relación la escuela y el mundo laboral, aunque obviamente el gobierno sigue teniendo su papel. Pero no es que el ministerio decide qué hay que estudiar de 9 a 10 en todas las escuelas, eso es un modelo viejo, que ya no funciona».
Instado por las preguntas que los alumnos de la Oliver Twist, sobre las pocas oportunidades de formación que se bridan en Italia a los jóvenes que quieren entrar en el mundo del trabajo, Fusacchia invitó a «no esperar que los cambios lleguen desde arriba: levantaos, os toca a vosotros. Debéis demostrar a los mayores que tenéis hambre, hambre de mundo y de vida, os la tenéis que jugar». Y retomó la cita de Steve Jobs «stay hungry, stay foolish», que una vez más le devolvió la pelota al centro, indicando que la partida está abierta.
A esta invitación no se sustrajo Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, que utilizó otra cita, la de la canción de Enzo Jannacci Ho visto un re (He visto un rey), himno a la tristeza de un campesino al que le han robado todo y al que, sin embargo, el rey quiere ver alegre. «El poder os quiere alegres, porque si uno está triste es porque desea un bien que falta, por tanto siempre está en búsqueda, quiere mejorar y cambiar las cosas. Eso da miedo al poder. Así que hacen falta escuelas donde se “eduque” en la tristeza porque esta es la única palanca de cambio. Cometa es así».

Entre los chicos de la sala, las caras que se ven son todo menos tristes, pero por la atención con la que siguen el razonamiento se ve que han entendido: la tristeza de la que se habla no es depresión ni melancolía. Más bien tiene que ver con esa gigantesca estatua de un gorila que recibe a los visitantes en el atrio de la Oliver Twist, sobre la que campa el famoso terceto del Infierno, donde Ulises anima a los suyos a cruzar las Columnas de Hércules, porque «hechos no fuisteis para vivir como brutos». De gorilas a cazadores de «virtud y conocimiento»; en definitiva, animados por el deseo de un bien ausente. A partir de ahora, esa es la promesa de la escuela.