La Plaza de los Oficios sopla 10 velas

Francesca Capitelli

«En esta escuela me siento como en casa, con gente que me quiere. Cuando me levanto por la mañana, no veo la hora de empezar». «Cuando das el último retoque al peinado te das cuenta de que con la vida es igual: un pequeño gesto lo cambia todo». «La vida, para que se cumpla, hay que darla».

Álvaro, Julia, Jessica son alumnos de la Piazza dei Mestieri (Plaza de los Oficios), junto a otros 1.500 chicos que todos los días pasan por los pasillos de este centro de formación profesional en Turín. Hoy se preparan para festejar los diez años de su escuela, por donde han pasado más de tres mil estudiantes desde 2004.

¿Qué es exactamente esta Plaza de los Oficios? «Una empresa social educativa que ayuda a jóvenes de 14 a 18 años a aprender un oficio y a encontrar un trabajo», explica Darío Odifreddi, presidente de la fundación que ha visto nacer y crecer en estos diez años. «Damos formación a cocineros, camareros, peluqueros, diseñadores gráficos, pasteleros y panaderos. Todo ello en un territorio rico en una tradición que cuenta entre sus protagonistas con grandes santos sociales, como don Bosco y Cottolengo».

Verdaderamente es una plaza. «Nuestro objetivo siempre ha sido el de recrear el clima de las plazas de antaño, donde personas dedicadas cada una a su arte y a su oficio se encontraban e intercambiaban sus conocimientos y habilidades», continúa Odifreddi. Lo que hoy se llamaría un know how. Por eso no sorprende que junto al centro de formación, en el patio central de la antigua curtiduría que alberga la escuela, se hayan puesto en marcha auténticas actividades comerciales y laborales, “empresas didácticas” creadaas para que los estudiantes puedan poner en práctica lo que aprenden en clase: una cervecería, un restaurante, una chocolatería y una imprenta.

En esta cervecería el domingo 28 de septiembre se realizó por primera vez en público el proceso de elaboración de la “Cerveza de Turín”, producida junto a tres de las principales cerveceras turinesas. Era el primer aperitivo de una semana de festejos para celebrar el cumpleaños de esta obra.

En el restaurante, cada noche una clase de la escuela servirá la comida a familiares, amigos e invitados, hasta el sábado 4 de octubre, cuando Claudio Sadler, uno de los chefs más famosos y creativos en Italia, y Maurizio Camilli, el chef de este restaurante, prepararán una cena a cuatro manos con la ayuda de los aspirantes a cocineros que estudian en esta Plaza.
Durante la semana, además de los eventos gastronómicos, se sucederán los encuentros, tres al día, con debates y fiestas nocturnas.

Pocas horas antes de que empezara la fiesta fuimos a visitarles y les encontramos por todas partes con las manos en la masa, nunca mejor dicho. Un continuo ir y venir de estudiantes y profesores, unos cocinando, otros preparando el chocolate, otros retocando a un maniquí. «Más que fermentando, la Plaza está ahora al borde del agotamiento», bromea Odifreddi. Pero lo que describe es un cansancio alegre. «La belleza cambia la vida de estos chicos. Salta a la vista. Les educa y les dona una fuerza interior que les permite afrontar los desafíos de su vida, les permite ser ellos mismos». La belleza de un edificio, de un plato bien preparado, de un chocolate bien hecho, la capacidad expresiva del arte... «Todo pasa por un amor hacia el propio trabajo, por un amor al lugar que, junto a sus profesores y amigos, están construyendo».

Pero esta fiesta no solo será un escaparate. «Durante toda la semana, los alumnos de la Plaza podrán encontrarse con grandes figuras del deporte, la artesanía y la empresa», como Giorgio Chiellini, defensa de la Juventus y de la selección italiana; Mario Mauro, senador; Santo Versace, empresario del mundo de la moda; y Franco Curletto, peluquero de fama internacional. «Pasarán por nuestra Plaza para contar a los alumnos los secretos de su éxito».

También pasarán por aquí muchos antiguos alumnos, invitados para ver cómo está la Plaza y contar su experiencia a los estudiantes. «La Plaza es como una gran familia», continúa el presidente: «El vínculo afectivo que se crea entre los estudiantes y este lugar es muy fuerte. Tanto que hay jóvenes mamás, antiguas alumnas, que cuando sales con sus bebés a pasear una de las primeras cosas que les enseñan es este lugar, que para ellos es el más bello en el que han vivido».

Los años de escuela en la Plaza son una experiencia que se les queda dentro, como cuenta Simone, antiguo alumno del curso de cocina. «Estudiar aquí ha sido una aventura preciosa. Empezando por las relaciones con los profesores. Con algunos era muy formal, pero con otros se convirtió en amistad, como si creciéramos juntos». Hoy él ya ha crecido y ha cumplido un sueño: «Nada más salir tuve muchísimas oportunidades de trabajo». Terminó trabajando «en el nuevo estadio de la Juve».

«Este décimo aniversario no es un punto de llegada, ni el plazo de una apuesta hecha hace diez años durante la inauguración». Sobre todo, dice Odifreddi, «es una nueva ocasión para seguir construyendo y crecer juntos». Una etapa del camino que, una vez se apaguen las luces de la fiesta, seguirá como siempre, cambiando la vida de tantos.