(foto: Javier Ortega)

Hay un antes y un después del 24 de mayo de 2013

Isabel García

Los alumnos de 1º de Bachillerato junto con algunos compañeros de otros cursos del Colegio Internacional J. H. Newman de Madrid representaron el pasado 24 de mayo una adaptación de Los miserables de Víctor Hugo.
Lo que sucedió ese día en el salón de actos del colegio superó con creces las expectativas de todos los que, a lo largo de más de cinco meses, nos habíamos implicado en la elaboración de este proyecto. Por eso el trabajo que en este momento nos urge hacer es el de preguntarnos: ¿Qué ha sucedido? ¿De dónde surge la alegría desbordante de todos los implicados? ¿De dónde el reconocimiento de una experiencia nueva tan satisfactoria y provocadora para todos? ¿De dónde la sorpresa y conmoción del público, la belleza de un gesto que supera con creces nuestras capacidades?

Cuando en el mes de diciembre empezamos a elaborar el proyecto partíamos de dos intuiciones: la grandeza de la obra de Víctor Hugo y el valor educativo del teatro. La pertinencia de la obra en un contexto como el que vivimos en el que se ha perdido el significado del perdón y la misericordia era evidente. La historia que narra Víctor Hugo en Los miserables desvela de un modo conmovedor la naturaleza del hombre, que pide ser amado, perdonado y abrazado en su miseria humana. Movidos por esta convicción seleccionamos las escenas en las que el autor trata de manera más explícita los temas centrales de la obra: la salvación por el amor y el sacrificio. A partir de esta selección elaboramos el guion.

El trabajo era ímprobo: realización del guion, selección de actores, boceto de las escenas, selección musical, ensayos, preparación de decorados, de vestuario, de atrezzo, de canciones... Cinco meses en los que más de cuarenta personas sacaron adelante un proyecto común, en el que sufrirían, reirían, cantarían y lucharían por llevarlo a cabo. Y, en esta lucha, todos ellos, se descubrieron reconocidos los unos en los otros. Casi sin darse cuenta habían participado en una experiencia de unidad generada por la gratuidad en la entrega del tiempo, el trabajo, el esfuerzo, la creatividad, la sencillez, la torpeza o la genialidad de cada uno. En esto se juega todo: en la entrega sencilla y sincera por amor.

Es el milagro de esta unidad lo que ha provocado la conmoción del público: "...Realmente impresionante..."; "Me he acordado de todas a las personas que quiero"; "Estuvimos en Broadway viendo esta obra y no lloramos, hoy hemos llorado"; "No imaginaba que mi hijo pudiera hacer algo así"; "Hoy me he levantado pensando en la obra que había visto el viernes y he decidido ponerme guapa"; "He vuelto a vibrar..."; "Sorprende la unidad que hay entre alumnos y profesores"; "Hemos visto un milagro"; "¿Es cierto que cantaban en directo?"... y un sinfín de reacciones más que han llegado hasta nosotros y nos han dejado perplejos.
Pero lo más significativo es lo que hemos experimentado los que hemos participado en la realización de esta obra: profesores, alumnos, personal de mantenimiento, madres...: "Tenemos una suerte increíble..." ; "Para mí ha sido un antes y un después"; "Hacer esta obra me está haciendo crecer, cambiar la mirada que tengo sobre mí mismo"; "Va a ser verdad que este colegio te abre al mundo, a 'otro mundo'..."; "Participar en esta obra nos da más fuerza para estudiar"...
¿Y ahora, qué? Éste es el grito que surgía en la mayoría de los alumnos implicados. La realidad que vivimos no ha cambiado: exámenes, estudio, trabajo, cansancio, desilusiones, tristeza... Y, sin embargo, nosotros sí hemos cambiado. Lo que hemos vivido no era algo fuera de la realidad, puro teatro, sino un modo de vivir el teatro que es una esperanza para toda la vida, una experiencia dentro de la realidad que nos provoca a esperar la misma pasión, la misma alegría, el mismo afecto en todo lo que hacemos. Ya no nos podemos contentar con menos. Por eso hay un antes y un después del 24 de mayo de 2013.