Un momento de la presentación.

La novedad de un gesto gratuito

Fabio Motta

«¿Tú consigues gustar la vida? ¿Eres capaz transmitir a tus hijos la belleza que estás viviendo?». Esta pregunta de Carrón hizo contener la respiración a las 350 personas que llenaban el teatro municipal de Cecina. A mí sin duda, que tengo cuatro hijos y suelo vivir mi batalla familiar como un domador de leones. Era la trigésima presentación de La belleza desarmada y en el escenario, junto al autor, estaba Wael Farouq, profesor de Lengua y literatura árabe en la Universidad Católica de Milán. El acto se incluía en un ciclo de encuentros titulado "La belleza de lo humano", con un subtítulo tomado de Albert Einstein: «Tal vez llegue un día en que las máquinas sepan darnos todas las respuestas, pero sin duda nunca serán capaces de hacer una pregunta».

Precisamente a través de las preguntas del moderador, el periodista Roberto Fontolan, se fue desarrollando un diálogo extraordinariamente rico, un continuo zoom hacia adelante y atrás por la vida de Europa y por la vida de los hombres, «porque todos, ateos, musulmanes, cristianos de tradición o practicantes, estamos ante los mismos desafíos», subrayó Carrón. Farouq añadió: «Estamos en la época de la información, que es conocimiento pero sin experiencia real. La época de los derechos del individuo, es decir, de la persona sin relaciones. Del existir, pero no del ser, porque al hombre moderno le falta un "tú" que lo constituya». Por este motivo, es un tiempo de miedo en el que vivir resulta difícil, hasta el punto de querer renunciar a veces, como las mujeres enfermas de Rose, a las que tanto recuerda Carrón, que teniendo a su alcance el tratamiento contra el Sida dejaban de tomar las medicinas y se dejaban morir.

Sin embargo, como señaló Fontolan, en el libro no hay rastro de esa actitud tan habitual de queja por los mejores tiempos pasados. «Porque esta crisis nos obliga a volver a las preguntas», explicó Carrón. «Debemos tener el coraje de volver a aprender lo que creíamos ya saber. La belleza de la fe, de la vida nueva que nace de la fe, ¿puede generar una novedad de vida? Si la respuesta es sí, no podemos pensar en estrategias para comunicar esta belleza, porque sería el mismo error cometido en el pasado: hacer una teoría. Basta con vivirla», y por eso es "desarmada".

Carrón avanzó entrando en el tema de los "muros" como respuesta al problema de la inmigración. «Los muros no vencen el miedo, porque el miedo está dentro del hombre. Solo lo vence una relación. Nosotros podemos vivir la belleza solo dentro de un vínculo». Preciosa la consideración de Farouq a este respecto: «¿Por qué en la Iglesia están los santos? ¿No era suficiente, como en el islam, indicar un solo santo como ejemplo de una virtud particular? Pero así solo habría virtudes o valores abstractos. Nosotros necesitamos que en cada época, cada día, sea posible volver a encontrar la belleza».

Este encuentro fue la ocasión de una belleza que reencontrar y revivir. Sobre todo para los que lo organizamos. La disponibilidad de Carrón fue un signo inesperado de su gran paternidad. La invitación se la hizo Lucia, presidenta de nuestro centro cultural, hace casi dos años y pensábamos que habría caído en el olvido en favor de otras peticiones justamente prioritarias.

Cuando supimos que este encuentro tendría lugar se desató un movimiento afectivo por parte de nuestra pequeña comunidad y comenzó un periodo de trabajo lleno de espera. Cuidamos hasta el más mínimo detalle, desde los cantos hasta las flores del escenario y de la cena. Para las invitaciones, utilizamos las redes sociales, los carteles, los manifiestos, pero sobre todo quisimos correr el riesgo de invitar personalmente. La maestra de la guardería, los compañeros de trabajo, el director del banco, el jefe de la policía local. Al salir del teatro, estaba realmente contento, conmovido por una novedad que había percibido. Como la asesora de cultura, Giovanni Salvini, que nos sorprendió a todos haciendo una pregunta sobre la diferencia entre una presencia reactiva y una presencia original. Carrón le respondió que la presencia original es propia de Dios, que acontece como un gesto absolutamente gratuito hacia nosotros. Exactamente lo mismo que había sucedido en el encuentro.