Alepo sigue en llamas pero la comunidad del padre Ibrahim no se siente abandonada

CESAL
Giada Aquilino

Alepo sigue en llamas. El observatorio nacional de los derechos humanos denuncia continuos ataques aéreos. Entre las víctimas, muchos niños, sobre todo en la localidad de Beshqati, al oeste de la ciudad. Damasco niega haber buscado objetivos civiles, y afirma haber bombardeado exclusivamente “posiciones terroristas”. La situación de la población empeora. Unicef habla de dos millones de personas de nuevo sin agua corriente ni electricidad a causa de los combates. En Nueva York, en el marco de trabajo de la Asamblea general de la ONU, ningún paso concreto hacia adelante para reestablecer la tregua acordada entre EE.UU y Rusia, pero los jefes diplomáticos de Washington y Moscú, John Kerry y Serghei Lavrov, hablan de “pequeños progresos” en las negociaciones que tratan de “preservar” el alto el fuego acordado el pasado 9 de septiembre en Ginebra, que de hecho ha saltado por los aires sobre el terreno. Concretamente, el Kremlin solicita una nueva investigación del ataque al convoy de la ONU de ayuda humanitaria que hace unos días tuvo lugar en Alepo y que se examinen también los “proyectiles” utilizados.

Giada Aquilino (Radio Vaticana) ha entrevistado al padre Ibrahim Alsabagh, párroco de la iglesia de San Francisco de Asís en Alepo, y responsable de la comunidad local latina:

«Sin duda, vivimos en medio de una gran confusión e inestabilidad. De hecho, cuando las potencias internacionales no se ponen de acuerdo o se comportan como enemigos, todo eso se refleja en nuestra vida cotidiana. Llevamos días sin poder dormir por la noche, por la cantidad de bombardeos que se oyen. Además, en nuestra zona, al oeste de la ciudad, en nuestra comunidad cristiana y especialmente en la latina, las bombas y misiles que han caído han causado muertos y heridos. Un joven, un padre de familia, fue alcanzado antes de ayer, cuando cayó un misil en una casa cercana a la suya. Está ingresado y, gracias a Dios, sigue vivo, aunque ahora lleva en su cuerpo los signos de esta violencia. En este momento sufrimos también la incertidumbre, la amargura de la gente y el miedo ante el futuro».

¿Qué barrios se han visto dañados especialmente? Se habla de los barrios en manos de los rebeldes…
Yo hablo de nuestros barrios, como el de Azizieh, que están en una zona bajo control del ejército regular y donde, como he dicho, antes de ayer cayó un misil que alcanzó a civiles.

De nuevo hay una emergencia con el agua, según ha dicho Unicef. ¿Qué necesitan?
De todo. Si hablamos de agua, tampoco podemos olvidar la comida, con unos precios que están por las nubes. No podemos olvidar las medicinas. No podemos olvidar todas las demás necesidades. Siempre vamos corriendo para intentar socorrer a la gente todo lo que podemos, con todos los medios que están a nuestro alcance.

Las labores diplomáticas insisten en intentar preservar la tregua del 9 de septiembre, pero luego, sobre el terreno, ¿se ha respetado? ¿Sigue en vigor o es solo un recuerdo?
El problema es la confusión entre las partes llamadas moderadas y las llamadas fundamentalistas sobre el terreno. Por un lado, los rusos y el ejército regular habían dicho que la tregua debía ser respetada por los grupos moderados. Pero contra Al-Nusra, Al-Qaeda y contra el autodenominado Estado islámico los bombardeos habrían continuado sin cesar. A veces, la falta de claridad y colaboración entre todas las partes presentes sobre el terreno –hablo también de las fuerzas internacionales, de otros países extranjeros– es lo que crea más confusión.

¿Os sentís abandonados en cierto sentido?
En absoluto. Por un lado, sentimos un gran malestar e insatisfacción a nivel internacional cuando vemos que no se llega a un punto de claridad o acuerdo. Pero por otro nos sentimos muy queridos, cuidados en primer lugar por la Iglesia, con el Papa que siempre reclama y llama a todas las partes en causa, y luego también por los muchos, muchísimos cristianos de todo el mundo y por personas de buena voluntad que se sienten responsables de la suerte de las familias que sufren aquí, en Alepo.

Como párroco, ¿qué esperanza encuentra entre sus fieles?
En el corazón, sentimos que no prevalecerán estas oleadas de mal ni este viento terrible que sopla y anuncia una tempestad. Cuando hablo, no hablo solo de la comunidad cristiana, hablo también de toda la gente que vive aquí, que sufre esta guerra absurda. Por tanto, hablo de toda Alepo, de todos los ciudadanos, de todas las religiones y de todas las pertenencias.

CESAL está apoyando la obra del Padre Ibrahim y los franciscanos en Alepo a través de la Campaña "Los refugiados y nosotros. Todos en el mismo camino". Puedes disponer de más información en www.cesalrefugiados.org