El muftí que reza por el Papa

Wael Farouq

El único país del mundo que no tiene terroristas y que alberga a la única comunidad musulmana que no se ha visto afectada por el fenómeno de la radicalización es Croacia. Un dato curioso que me ha llevado a investigar, acercándome a la gran mezquita de Zagreb y luego a la sede del gran muftí de la República croata, Aziz Hasanovic. Me recibió con una gran sonrisa. Me presenté, le expliqué lo que hago y le hablé de la experiencia de amor y amistad que, hace muchos años, cambió mi vida en el Meeting de Rímini. Cuando le hablé de mi encuentro con el Papa, el gran muftí me detuvo y me invitó a rezar por este gran líder de la humanidad. Aparte de él, en aquella pequeña sala solo estábamos su secretario y yo. Esa oración por el Papa fue un acto de puro amor.

El gran muftí de Croacia estudió en la Universidad Católica de Zagreb. Vivió una auténtica experiencia de amistad con sus compañeros de universidad, que luego llegaron a ser sacerdotes y obispos. Todos le preguntaban asombrados: ¿qué haces aquí? Y él respondía: estoy aquí para conocer y ser conocido, estoy aquí porque el encuentro da frutos que no se pueden encontrar en los libros, como el amor.

Cuando la persecución de los cristianos en Oriente Medio empezó a asumir dimensiones dramáticas, el muftí fue por iniciativa propia a ver al Papa y declaró estar dispuesto a viajar a cualquier lugar del mundo islámico para pedir que se reservara a los cristianos el mismo trato que los musulmanes reciben en Croacia. Solo el año pasado visitó 18 países para invocar la aplicación del modelo croata de convivencia — que no coexistencia— para las minorías cristianas en el mundo islámico y las minorías musulmanas en Europa.

Durante el congreso de la Organización de Cooperación Islámica, en presencia de los ministros de Exteriores de 57 países islámico, pidió que los cristianos pudieran gozar de las mismas libertades y derechos de los que gozan los musulmanes en Occidente. Su presencia ahora en el Meeting de Rímini no nace de un pensamiento abstracto, como sucede con todos los invitados del Meeting, no es solo la invitación a dar una conferencia, dirigida a una personalidad pública o autoridad religiosa. Es la proclamación de una experiencia viva, eficaz en la realidad; el testimonio de que todo corazón humano es terreno fértil para cultivar la planta del amor. Solo un hombre como el muftí conoce el valor del amor, el valor de la amistad, el valor de ser aquello que creemos en el corazón de nuestra vida. Un hombre que perdió a 36 personas de su familia en la masacre de Srebrenica. Este encuentro es el testimonio de que solo el amor puede vencer a los mayores males y sufrimientos.

En las tres religiones semíticas el amor va ligado indisolublemente a la fe. Una tradición oral que se remonta al profeta Mahoma dice que «ninguno de vosotros creerá mientras no ame para el prójimo lo que ama para sí mismo». Por otro lado, en la Biblia puede leerse que «si uno dice: “Yo amo a Dios”, y odia a su hermano, es un mentiroso. El que no ama al hermano que ve no puede amar a Dios, al que no ve», o «ama a tu prójimo como a ti mismo».

Es muy triste ver hoy cómo muchos fieles de las religiones semíticas reducen estas palabras a mera doctrina, cuando son el fruto de la experiencia de amor que vivieron sus antepasados. Muchos creen que la fe es el fin de la búsqueda, la meta del camino. Sin embargo, así anulan ese corazón pulsante que es capaz, solo él, de actualizar y hacer presente (cuando no incluso eterna) la religión existente desde el principio de los tiempos. Este corazón pulsante es la búsqueda del amor. Sin esta búsqueda, las religiones quedan presas de su pasado, pues son incapaces de hacer actual mediante nuestra experiencia, lo que significa renunciar a su presencia.

El amor es la condición de la fe. Solo quien ama puede creer. Dios es más grande que todo lo que conocemos de Él. El verdadero creyente es aquel que vive movido por la curiosidad de conocer aún más sobre Dios, siguiendo sus pasos con la certeza de que todo lo que podamos conocer de Él está escrito en nuestro propio corazón. El corazón es como la piedra en la que late el fuego: si la frotas, el fuego arde; si la dejas estar, el fuego se apaga.

La piedra solo arde al contacto con otra piedra, así es el corazón
. Un individuo solo, aislado, no puede conocer a Dios. A Dios no se le conoce en el aislamiento. El camino hacia Dios son los demás corazones.
Este es el musulmán que espero ser y este es el islam que espero para Europa.