Diario desde Siria

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Fernando de Haro

La tarde de Ammán es tranquila. La capital jordana siempre ha sido una entrada más dulce que la Sublime Puerta, la de Estambul, para los occidentales que viajamos a Oriente Próximo. Los jordanos no tienen ese enfado permanente que parece dominar al personal de los aeropuertos turcos: parecen ofendidos porque quien les habla no conozca la lengua de Erdogan.