¿Y tú, quién eres?

Carta a mis amigos con los que compartí la vista de Gregoire a España

Queridos amigos:
Hoy me desperté muy cansado (el día anterior había sido de mucho trajín acompañando a Gregoire en sus testimonios) y lo primero que me vino a la cabeza fue que a esa hora Gregoire estaría ya de viaje camino a Valencia para seguir allí (¡¡…y los muchos actos que todavía le quedaban en la semana!!). Seguro que él estaría mucho más cansado que yo (viaje a Madrid desde Benín pasando por París, comida con nosotros, dos actos seguidos, acabando a la una de la mañana, durmiendo de a ratos...) y no pude no preguntarme: «y este hombre, ¿por qué hace lo que hace, qué es lo que le mueve, de dónde le viene esta energía, a santo de qué a su edad, con su mujer enferma de cáncer, sigue dando la vida a esta obra... (y además, ¡¡¡empezando nuevos proyectos !!!) con un reto en el horizonte que parece no tener fin..?

¿Cuántos con 20 años menos ya están pensando en poder prejubilarse y así “aprovechar la vida” descansando, viajando, o dándose a quién sabe qué gustos, o programando quién sabe qué?
Lo digo porque en ese momento no se apareció delante de mí “los olvidados de los olvidados”, lo dramático de las situaciones, el cómo poder seguir ayudando, ni siquiera los frutos que se daban y los milagros evidentes que allí sucedían, que sin duda conmueven, sino que mi pregunta, la que me tomaba todo por entero –y que me conmovía mucho más– era: pero... ¿y tú, quién eres?

Me di cuenta de que la “conversión” (a la que siempre se nos llama) no se mide tanto por las obras que lleguemos a hacer o no (eso es siempre, como dice él, «obra de Otro») sino mirar a Aquello que lo genera y estar dispuesto a Ello. Me sentí liberado de mi “medida” (que tantas veces me acompaña, me pesa y me condiciona) y al mismo tiempo nacía en mí una “atracción y disponibilidad” a lo que este hombre (Gregoire) miraba y daba la vida. Que en la vida baste solo “una cosa” para que se cumpla (como es evidente en Gregoire) hace todo en mí más humano, más sencillo y por lo tanto “verdadero”.

Solo un añadido más. Cuando le pregunté por la enfermedad de Léontine, su mujer, se le notó en el rostro un gran dolor, pero al mismo tiempo percibí que me decía que el sacrifico de su mujer también participaba Misteriosamente de la obra que el Señor le había encomendado.

Gracias a todos vosotros, que desde lo poco que puedo aportar (rezar más que otra cosa) me dais la oportunidad de estar aquí.

Jorge Aris