Jone y Carras

«Una dulce compañía»

Carta de Jone Echarri al movimiento tras la muerte de su esposo, Carras. «Estoy serena y confiada. Estas son las palabras que me definen»

Queridos amigos:
No quería desaprovechar la ocasión de compartir con vosotros brevemente lo que he vivido a lo largo de estas semanas. Como sabéis, el 27 de noviembre Carras entró en Urgencias y el 9 de enero falleció recibiendo los santos sacramentos. Han sido 39 días de una intensidad enorme.

Desde el momento en que su neuróloga le informó de la gravedad del diagnóstico y de la perspectiva de vida (tres meses), Carras permaneció en silencio y la doctora quiso verificar si lo había entendido bien. Él le contestó: «Sí. Il santo avvenimento» (el santo acontecimiento).

Uno de nuestros amigos del Grupo Adulto, pensando cómo acompañarnos, pidió a algunos sacerdotes que acudieran a celebrar la eucaristía en casa. Ha sido conmovedor ver cómo se organizaron durante todos esos días para que nunca nos faltara ni la misa ni la compañía. Carras mantuvo plena conciencia llegando a expresar al inicio de una de las misas: «Cristo es algo real, no es una idea. Incluso se puede comer».

La misa era para él un sostén, un momento vital, hasta el punto de que preguntaba, varias veces al día, cuánto faltaba para la celebración de la misma. Era el gesto que para él marcaba la jornada. Uno de los sacerdotes, al acabar la eucaristía, y conmovido por lo que veía que allí estaba sucediendo, le dijo: «Carras, menuda compañía tienes». Y él respondió: «Una dulce compañía».

Esa dulce compañía se tradujo también en gestos concretos y muy necesarios del día a día. Los que venían a vernos han sido verdaderos hijos atendiendo a un padre hasta el final. En especial nuestros amigos y vecinos, los Memores Domini. También algunas amigas que con cuidado y discreción llevan meses asistiéndonos con la comida, la compra, los recados. No puedo dejar tampoco de agradecer a todo el personal sanitario, desde la neuróloga hasta la doctora de cuidados paliativos y el enfermero, que ha venido a casa y ha sido decisivo en la compañía a Carras y a todos los que estábamos con él.

El paso decisivo en la vida de todos los hombres, el paso hacia el Destino último, considero que fue un paso verdaderamente “suave” por dos motivos: por un lado, porque Carras fue ayudado a vivir serenamente su enfermedad; por otro, porque desde el inicio se abandonó al designio de Otro, al designio del Padre.

Nunca protestó ni se quejó por la disminución de sus facultades físicas. Mantuvo su positividad y el sentido del humor que le caracterizaron siempre, y que jamás le abandonaron. Nunca perdió su alegría y vivía agradecido por todo lo que veía suceder a su alrededor.

Pero esto no le ocurría solamente a Carras, sino que algunas personas que nos visitaron, y que no participan de nuestra historia, se quedaban impresionados, y decían: «Lo que aquí pasa es de otro mundo».

Ante ese espectáculo de libertades que se ponen en juego delante de una circunstancia era precioso ver la conciencia que él tenía. No dejaba de decir: «Qué suerte hemos tenido». Como nos dijo Javier Prades en el funeral, la última cosa que escuchó de Carras fue «gracias». También nosotros es lo que más le hemos escuchado pronunciar en estas semanas.

En todo este tiempo, Carras ha vivido con una preocupación y un deseo último sobre la unidad del movimiento. A todo el que venía le insistía en esto: «Lo más importante que tenemos que cuidar es la unidad del movimiento. Sé que la unidad proviene del Espíritu Santo, pero nosotros tenemos la misión de custodiarla».

Tras su muerte, la gente que se me acercaba o me escribía no me decía «te acompaño en el sentimiento», sino «gracias, gracias, gracias». Me relataban hechos y juicios que yo nunca había escuchado. Para mí, las horas del velatorio no fueron formales: escuchaba todo con un gran estupor y me conmovía especialmente ver a algunos que, no participando ya de nuestra historia, quisieron acercarse para despedir a Carras.

Otros aspectos que me gustaría resaltar son la belleza y el silencio que se percibían tanto en la capilla ardiente como en el funeral, ambos celebrados en espacios gracias a la disponibilidad de sus párrocos. Las flores, la carpa, los cantos, el cuidado de la liturgia, el orden… todo reclamaba a una Belleza última. Una Belleza para la que todos estamos hechos, incluido el trabajador de la funeraria que, provocado por lo que veía, decidió participar de la misa funeral.

También me gustaría agradecer el esfuerzo de asistencia de muchos amigos italianos –también la de aquellos que participarán el próximo sábado–, cuyas agendas conozco y me hacen valorar aún más su presencia en este momento. De forma especial quería agradecer a Davide Prosperi su afecto y cercanía.

Como podéis imaginar, por la celeridad con la que se han desarrollado los acontecimientos, necesito tiempo y silencio para custodiar todo lo que he vivido, como necesité hacer tras mi enfermedad. Lo único que puedo decir en este momento es que estoy serena y confiada. Estas son las palabras que me definen.

No puedo responder a la sobreabundancia de vuestro afecto en forma de mensajes, fotos, testimonios, e-mails, llamadas… Os doy las gracias de nuevo y os pido que para canalizar este torrente de gracia me escribáis al correo electrónico que la secretaría del movimiento me ha habilitado: jone@clonline.es

Con todo, me gustaría transmitiros a cada uno de vosotros, uno a uno, que estoy enormemente agradecida por los aspectos más prácticos, por vuestras muestras de afecto y fundamentalmente por vuestra compañía en la oración, de la que recibo noticias desde todas las partes del mundo. Me ha conmovido mucho cómo en tantos países se están ofreciendo misas por Carras. Os pido que en esta nueva etapa que hoy comienza me sigáis acompañando así: es el mayor gesto de afecto que podemos tener los unos con los otros. Yo también pido por vosotros.

En comunión,
Jone