El belén viviente de Miramare, 2017

Los signos del belén viviente

La búsqueda de un bebé para hacer de Niño Jesús, un rebaño de ovejas que aparece en la puerta de casa, el encuentro con Margherita, que se queda impactada por la frase del Cartel de... Pascua

Qué sorpresa empezar el Adviento con la Carta apostólica Admirabile signum del Santo Padre sobre el significado y el valor del Belén. Qué alegría en el camino del belén viviente que desde hace ya diecisiete años moldea la historia de uno de los barrios de la periferia de Rimini, Miramare, uno de esos lugares donde las llamadas “heridas sociales” se concentran y solo se hacen más evidentes.

Todo empezó por una broma con Letizia, una compañera del movimiento que trabaja en el centro donde doy clase de infantil. Siempre organizamos juntas las fiestas de Navidad y en la de 2002, le dije: «Leti, ¡qué cosas tan bonitas hacemos! Es una pena que no lo vean otros. El año que viene podríamos hacer algo para todos, yo qué sé… un belén viviente».

En septiembre de 2003 empezaron los trabajos de construcción de mi casa y me prometí vivir un curso muy “básico”. Pero en octubre, Letizia me dijo: «Entonces, ¿hacemos el belén viviente?». Me daban ganas de decir que no, pero en seguida pensé: «¿Y si esa fuera su voluntad?». Así que respondí: «Ok, vamos allá, pero al primer signo que nos indique que no hay que hacerlo, lo dejamos». Después de varios intentos, no conseguíamos encontrar ovejas de verdad. «Aquí está el signo», pensé. «Sin ovejas de verdad no se puede hacer un belén viviente. Démonos una semana de plazo y decidimos». Durante esa semana, apareció en el campo que hay delante de mi casa (¡nunca antes había pasado!) un rebaño de ovejas. Le pedí al pastor el número de teléfono del dueño del rebaño. Le llamé y me dijo: «¿Cómo podría negarme si yo estudié en la escuela de Miramare?». Yo también cedí.

La edición de 2018

Desde el principio hemos visto un pueblo vivo en torno a nuestro belén. Mientras todos estos años crecía en las escuelas públicas la objeción ideológica frente a los belenes, para nosotros era un hecho que abrazaba a todos, cristianos practicantes o no, ateos, ortodoxos, musulmanes, y veíamos florecerá nuestro alrededor una extraña amistad con gente que te hace intuir la “huella de Otro”. Exactamente como dice el Papa cuando habla del primer belén de san Francisco. «En aquella ocasión, en Greccio, no había figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes. Así nace nuestra tradición: todos alrededor de la gruta y llenos de alegría, sin distancia alguna entre el acontecimiento que se cumple y cuantos participan en el misterio».

Curiosamente nosotros también estuvimos en Greccio, adonde fuimos en un autobús con niños, padres y profesores que participan en el belén viviente. En 2016 pensamos, con ocasión del VIII centenario del Perdón de Asís, revivir el primer belén de Greccio con el padre Marco haciendo de san Francisco y todos nosotros, su pueblo.

Aquel año no conseguimos encontrar un bebé de pocos meses que hiciera de Niño Jesús. Lo que pasó fue que, mientras coordinaba los trabajos del belén con los niños, vi pasar por la ventana a tres mujeres con un carrito. Al principio no sabía muy bien qué hacer, pero luego dije: «Chicos, por la calle está pasando un carrito de bebé». Me asomé a la ventana gritando: «Señora, ¿es niño o niña?». «Niño». Entonces se asomaron también todos los alumnos, tan nerviosos como yo, y dije: «¡Necesitamos un Niño Jesús!». Una compañera salió a explicarle y nos quedamos en la ventana, esperando ansiosos, hasta que vimos cómo la madre sacaba al niño en brazos para enseñárnoslo. Lo conseguimos. Luego supe que un niño le dijo en casa a su madre: «Mamá, la profe cree en los signos, y los signos le suceden...».

Lo cierto es que «en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura. Del pastor al herrero, del panadero a los músicos, de las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan...». Hasta la barba que un joven lleva años dejándose crecer y cuidando pacientemente…

Este año buscábamos a un hombre con barba larga para interpretar al sacerdote que celebra la boda de María y José. Así que echando un vistazo a las conversaciones en mi perfil de WhatsApp, me topé con la foto de un amigo que llevaba una barba larga y cuidada. «Es él», me dije. Me atreví a escribirle para contarle lo que me pasaba y le propuse hacer de sacerdote. Me respondió: «¿Quién sabe si este día era el motivo por el que me he dejado crecer la barba? Hace tiempo que te miro de reojo con cierta curiosidad por las cosas que te pasan. Ahora tú me buscas y yo te digo sí. Gracias».

Estos días también ha sido sorprendente mi encuentro con Margherita, una joven madre que nunca ha participado en nuestro belén. Yo estaba buscando a alguien que se encargara del reparto de huchas y carteles. En la reunión con los padres de primaria, conté entusiasmada el signo que me acababa de suceder al encontrar “sacerdote”. Les dije que queríamos vivir el gesto de nuestro belén libres y alegres, siguiendo los signos que iban teniendo lugar. Aquel día Margherita y otras dos personas se ofrecieron. Ella, al acercarse, me dijo: «Yo también creo en los signos».

Quedamos al día siguiente en mi casa para preparar las huchas para recoger fondos. Lo que allí pasó fue un verdadero encuentro, donde ella me contó lo que el Señor había hecho suceder en su vida durante los dos últimos años. Mientras bajé al garaje a buscar los carteles, Margherita leyó el texto del Cartel de Pascua que todavía tenía colgado en la cocina. Le llamó muchísimo la atención. Me preguntó si le podía conseguir uno y le dije: «claro que sí», pensando en realidad cómo podría conseguir ahora, en Navidad, un Cartel de Pascua. Antes de irse, volvió a leerlo y me di cuenta de que aquellas palabras no habían llegado a hacerse mías verdaderamente. Para ella, en cambio, sí. Así que se lo regalé. Me dio las gracias y se fue a casa en su bicicleta. Poco después me mandó por WhatsApp la foto de la pared de su casa donde acababa de colgar el Cartel.

Al día siguiente, Margherita se encontró en el colegio con otra mamá. «¿Os conocéis?», les pregunté al verlas juntas. «Sí, nos hemos encontrado aquí por casualidad». Entonces les dije que un día les hablaría del valor de la “casualidad”. Por la noche me escribió: «Perdona que te moleste pero, cuando tengas un par de minutos, ¿podrías mandarme esas palabras sobre la “casualidad” que has comentado esta mañana en el cole?». Le envié las páginas del punto 3 de Crear huellas en la historia del mundo y le dije: «Si quieres te presto el libro. Todas las semanas quedo con unos amigos para leerlo juntos, ¿te quieres venir?». «¡Claro! Dime cuándo que me lo apunto».

Por una sugerencia de Letizia, decidimos enviar al Santuario de la Virgen de Oropa un trozo del manto del vestido de María que estamos confeccionando para el belén de este año. Queremos encomendarle el misterio y la belleza de esta experiencia tan particular para nosotros, pero sobre todo queremos encomendarle la vida de cada uno de los que se han visto “arrastrados” por esta aventura. Todos juntos bajo la protección del manto de la Virgen, pero también deseando hacer vivo y bello ese abrazo suyo. De hecho, para el belén de este año hemos decidido identificarnos con el “sí” de la Virgen, dejar que ella nos muestre el misterio de la encarnación, pues eso es lo que, en estos 17 años, hemos vivido y aprendido: que todo sucede en un simple “sí” a Aquel que viene.

Durante el intenso trabajo de preparación, «abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos», como ha dicho el Papa.
Dodi, Miramare (Rimini)