La estatua del Cristo Redentor de Corcovado en Río de Janeiro

Río de Janeiro. Mirado igual que los apóstoles

¿Es posible sentirse amado de un modo tan desinteresado? Normalmente ni siquiera miramos así a nuestros hijos… pero cuando sucede es un punto de no retorno

Cuando leí el texto de la Escuela de comunidad, desde el principio me llamó la atención la primera frase: «En la sencillez de mi corazón, te he dado todo con alegría». Pensaba que era una frase de don Giussani dirigida al pueblo de Comunión y Liberación, luego me enteré de que era una oración que él repetía a menudo. Justo después surgía la pregunta: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?». Yo diría que es imposible creer que exista una mirada tan desinteresada y al mismo tiempo tan profunda y verdaderamente interesada en mí si no tuviera delante de mis ojos el ejemplo de Carrón. Se me hizo evidente tras la presentación del libro ¿Dónde está Dios?, pero también lo veía en su forma de hablar y afrontar los problemas del movimiento, de la Iglesia, de la vida entera… Si no tuviera ese ejemplo delante de mis ojos, me parecería imposible que alguien pudiera mirarme así.

Me he dado cuenta de que yo no tengo esta mirada ni siquiera con mis hijos, porque incluso con ellos, al final, acabo teniendo una mirada interesada. Quiero que hagan esto o aquello, que dejen de llorar, que dejen de dormir, que vayan contentos al colegio… Si no soy capaz de mirarles así a ellos (que es la relación más gratuita que puede existir), ¿cómo va a existir alguien que me mire así a mí? Da la sensación de que a Carrón no le importa si le seguimos a él o a la organización del movimiento… En el fondo solo le interesa nuestra persona, y para mí esa es la única manera de superar el nihilismo, porque solo puedo seguir algo que sea verdadero de verdad. El nihilismo es como una hoja a merced del viento. Si participo en un lugar y percibo en él cierto interés, a saber: conseguir seguidores, una identidad política, un estilo de vida, etcétera, ¡salgo corriendo!

Para mí, este es el único lugar donde me miran de manera desinteresada y, por tanto, no tengo motivos para salir corriendo, y esa mirada me ayuda a vencer el nihilismo. Sin ella seguiría saltando de flor en flor, de filosofía en filosofía. Es imposible no seguir una mirada como esta. Pienso en la experiencia de Juan y Andrés, cuando don Giussani narra su encuentro con Cristo, porque me parece que ahí describe justamente esta dinámica. Lo que me hace ir a la Escuela de comunidad y seguir los gestos del movimiento es lo mismo que hizo que Juan, Andrés y luego Pedro siguieran a Jesús: una mirada tan desinteresada sobre mi persona que me hace ser más yo mismo. Solo me siento libre allí donde me siento totalmente abrazado tal como soy y no como debería ser. ¿Cómo debió sentirse Simón cuando fue mirado hasta el fondo de su alma, hasta el punto de ser llamado Pedro?

Este es el lugar que verdaderamente me cuida, me mira como Pedro fue mirado. Hay momentos absolutamente claros, en los que se hace evidente que hay Otro, momentos que no podrían suceder si no fuera por Otro… Puede ser una cena, estar con un amigo, una conversación, leer un texto, una Escuela de comunidad, unas vacaciones, un grupo de Fraternidad donde es como si pudiera quedarme el resto de mi vida, como si todo lo que existe alrededor no importara… Son momentos en los que puedo ir hasta el fondo de lo que yo soy, de mis preguntas, de mi corazón… de todo mi ser. Son momentos de una correspondencia total.

Me parece que el encuentro de los apóstoles fue exactamente así, un momento en que aquella mirada, aquella persona, lo era todo en su vida. Luego estaba la pesca, la mujer, los hijos, pero aquella mirada se convirtió en el eje de su vida. Creo que el paraíso debe ser ese momento extendido a toda la eternidad; solo ese momento. Es increíble ver cómo esos momentos definen mi vida y mi manera de hacer las cosas. Por ejemplo, me gusta cocinar porque siempre ha sido una manera de hacer que Él suceda, igual que ayudar a organizar unas vacaciones o un momento de convivencia. Es como si ese fuera el trabajo necesario para hacer posible ese momento verdadero. Cuando pierdo esto de vista, todo el cansancio, los problemas el carácter de uno u otro salen a relucir y todo se vuelve imposible. Pero basta hacer memoria de esos momentos y todo vuelve a su lugar. Son estos fragmentos de Escuela de comunidad, de amigos, de personas, de textos, los que me hacen evidente que yo quiero estar ahí y en ninguna otra parte. Este texto de Juan y Andrés me ha hecho tomar conciencia de lo hermoso que es vivir totalmente imantado por esa mirada que me permite experimentar el ciento por uno.
Luca, Río de Janeiro (Brasil)