Cuando el Meeting empezaba a convertirse en un bonito recuerdo… vuelve a suceder

Un encuentro público en el museo de Historia contemporánea de Moscú donde vuelve a suceder lo que todo el mundo vivió en la exposición sobre los mártires rusos del Meeting es una ocasión para llevar al mundo lo más grande que poseemos: nuestra fe.

Ha pasado ya un mes y medio desde que empezó el nuevo curso. Todo ha vuelto a la normalidad. Estudiantes, profesores, lecciones, deberes... Parecería que el Meeting es ya algo lejano, un bonito recuerdo que nos fascinó durante unos días y del que sólo queda el deseo de que algo parecido vuelva a repetirse. Sin embargo, un buen día sucede algo inesperado. Llego a la cátedra de Filología romance después de una clase y nuestra directora y gran amiga, María Yurevna (que ha colaborado activamente en la exposición de los mártires rusos que la universidad presentó en el Meeting) nos dice que el padre Lev ("capellán" de la facultad) ha organizado un encuentro para que aquellos que fueron a Rimini puedan hablar de su experiencia y contarlo a quienes no estuvieron y están interesados. El padre Lev debería haber formado parte del comité científico de la exposición, pero algunos problemas de salud le obligaron a abandonar el proyecto después de los primeros días. No ha estado en el Meeting, pero quizás, en el diálogo con algunos de los alumnos y profesores que sí participaron, ha intuido un acento nuevo, un atractivo también para él y que, como un buen padre, ha querido compartir con todos. Al día siguiente, al facultad está llena de carteles anunciando el encuentro. La cita es el día 10 de octubre, a las 19:00h, en museo de Historia contemporánea de Moscú, donde durante más de tres meses, el año pasado, pudo visitarse la primera versión de la exposición dedicada a los nuevos mártires, que había sido realizada para conmemorar el vigésimo aniversario de la universidad.

Abre el encuentro el padre Lev y en la mesa, dos de los comisarios de la exposición, el padre Georgi (vicerrector para las relaciones internacionales) y María Yurevna Desyatova (directora de la Cátedra de Filología romance). La curiosidad del padre Lev es contagiosa, incluso para los que habíamos estado en el Meeting y habíamos visto lo que él no ha podido ver. Su entusiasmo, su sonrisa y su mirada abierta despiertan en todos el deseo de escuchar a los demás y poder entender así, un poco más, lo que vivimos durante esos días en Rimini. El padre Georgi comienza elogiando la capacidad organizativa de los responsables y voluntarios del Meeting y recuerda que desde la primera vez que estuvo, hace tres años, quedó sorprendido de la existencia de un lugar así. Afirma que tenemos que aprender a trabajar juntos y subraya que el resultado más importante del trabajo de la exposición no es ni siquiera los miles de personas que la han visitado, sino el hecho de que entre nosotros (estudiantes rusos, italianos, ucranianos) ha nacido una preciosa amistad.
Por su parte, María Yurevna confiesa su reparo inicial hacia el Meeting, debido a las reminiscencias soviéticas que esta palabra y este tipo de festivales masivos trae a su memoria, pero recuerda cómo al llegar allí, desde el primer momento, se vio envuelta en una atmósfera totalmente distinta a lo que se había imaginado, en un lugar donde se cuida todo porque hasta el más pequeño detalle es importante, donde se tratan temas de gran profundidad pero no se descuidan los más pequeños y, en fin, donde se siente siempre acompañada por los amigos italianos. Después se da la palabra a los alumnos.

Comienza una cascada de experiencias y juicios en los que la palabra dominante es "gracias". Verónica – que ha preparado un montaje fotográfico inicial para la ocasión – habla de su sorpresa al ver los rostros de la gente que visitaba la exposición, el cambio que se producía en ellos, el antes y el después. Georgi afirma: «Me daba cuenta de que no estábamos solos; al hacer la guía de la exposición la gente que escuchaba se unía realmente a nosotros, se identificaba con nuestra historia». O la percepción de Nastia: «Al caminar por la exposición tenía la impresión de estar en un lugar sagrado, por los hechos que se contaban, las imágenes de los santos y también por la actitud reverencial de la gente cuando, sobrecogida, se detenía ante algunos paneles. Cuando se reviven estos hechos y no sólo se cuentan, se transmite mucho más, incluso aunque se hable en lenguas diferentes». Tiziana, del departamento de relaciones internacionales de la universidad y una de las organizadoras de la exposición, habla de cómo le ha sorprendido la actitud de todos los alumnos desde los primeros meses de trabajo, en especial durante el seminario de marzo donde se percibía que, aun sin conocerse todos, "se estaban esperando" y cómo después, durante la semana del Meeting, los rostros de todos iban cambiando visiblemente, pasando del miedo o vergüenza inicial a la seguridad y la alegría finales. Olga, que se siente reconocida en esta sensación inicial de miedo, dice que lo que le ayudó a superarlo fue ver la atención con la que la gente la escuchaba, sin detenerse en sus errores lingüísticos (llevaba sólo un año estudiantado italiano), y que, gracias a esa atención ella misma ha ido descubriendo más la grandeza de su historia y su propia fe. Y Daria, que también tuvo algunos problemas al principio y que no habla italiano, dice que era evidente que gracias a la experiencia que habían vivido juntos, durante los últimos días «nos entendíamos perfectamente, sin necesidad de hablar la misma lengua», y añade que lejos de olvidarse de esa experiencia, la memoria de lo que ha vivido en Rimini la sigue sosteniendo ahora en Moscú.

Antes de concluir el encuentro, el padre Lev pide de nuevo unas palabras a María y al padre Georgi. Este dice que «tenemos que aprender de nuestros amigos italianos a hablar públicamente de las cosas que son realmente importantes para todos. ¿Qué podemos ofrecer nosotros a naciones tan ricas, desarrolladas y bellas como Alemania, Italia, etc? Parecería que nada; sin embargo, la experiencia de estos días me ha hecho comprender que tenemos un gran tesoro que ofrecerles. Tenemos que llevar al mundo lo más grande que poseemos: nuestra fe». Y María, recogiendo el guante, invita a todos a estudiar otras lenguas, precisamente para poder llevar a todos lo más hermoso que hay en nosotros y hace notar que la palabra "gracias" estaba en la boca de todos los que han intervenido – al igual que en la última reunión que tuvo lugar en el Meeting con todos los estudiantes –, porque «todos hemos hecho la experiencia haber recibido mucho más de lo que hemos dado».
El padre Lev, visiblemente conmovido, concluye acogiendo este último desafío, recordando que vivimos en un mundo donde el mal y el bien luchan y se confunden constantemente, y que la nuestra es una misión verdaderamente apostólica porque, recuerda, no somos distintos de los primeros cristianos o de quienes han sufrido la persecución soviética.

Abandono la sala y salgo corriendo del museo. Llego tarde a una cita, pero quería quedarme hasta el final para no perderme lo que estaba sucediendo. Mientras cojo el metro recuerdo las palabras de Julián en la jornada de inicio de curso: «En este pasaje tenemos la respuesta a las dos preguntas: "¿Cómo se puede vivir?" y "¿Cuál es nuestra tarea en el mundo?". Sólo al responder a la primera [...] sólo al encontrar la Presencia que ella buscaba y que respondía a su llanto, tuvo algo que comunicar y que decir a los demás: "He visto al Señor"».

Isabel Almería