La libertad y el poder de los sin poder

La Voce
Alejandro Marius

¿Alguien puede estar tranquilo frente a la violencia que estamos viviendo? ¿Nuestra felicidad pasa por eliminar al otro porque es diferente, porque piensa distinto? ¿Si se lucha por nuestros derechos, hasta qué punto eso se puede hacer atropellando los derechos de los demás?
La Declaración Universal de los Derechos Humanos (que existe desde 1.948) en su primer artículo dice que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”, y hoy en Venezuela parece que estamos a años luz de esto. El punto de partida del “ser humano” es la libertad, y mucho se ha escrito sobre ella, incluso siglos antes de que se declararan universales estos derechos humanos. La libertad ante todo es un don, porque es esencia misma del ser humano hecho a imagen y semejanza de Dios, y para ser libres no es indispensable que eso este consagrado en un documento o ley, porque es nuestra esencia, nuestra naturaleza. Por ello es un verdadero misterio que Dios ame más nuestra libertad que cualquier otra cosa, con todo el riesgo que eso supone. Porque un uso inadecuado de la libertad, como estamos siendo testigos en Venezuela, nos puede llevar también a la destrucción. Dios corrió el riesgo más grande de la historia al someter a su único hijo a la libertad de los hombres, desde el sí de María, pasando por la muerte y la resurrección hasta el sí de Pedro (incluso luego de haberlo negado 3 veces). Por ello, además de recibirla como un regalo, es nuestra tarea educar en la libertad, respetar la de los otros, cuidarla como un gran tesoro y defenderla...