Chris Thile & Brad Meldhau.

De maravilla en maravilla

Piano y mandolina, jazz y bluegrass, pero no solo. Son los ingredientes de la obra maestra de dos de los mayores artistas de este género

Antes de empezar, conviene hacer una premisa. Estamos ante una auténtica obra maestra, en una época en la que se ha sofocado demasiado la capacidad para poder reconocer estas cosas. Vamos a hablar de música al más alto nivel, pero para dejarse herir por esta belleza hay que intentar romper una costra llena de lugares comunes, de fingida imposibilidad para entender, de falta de costumbre para esforzarse en encontrar perlas ocultas.

Escuchar este trabajo de dos grandes músicos del momento actual es sumergirse en un viaje increíble, que te atrae y al mismo tiempo requiere toda nuestra atención para no rendirnos antes de poner la máquina en movimiento. Pero una vez en marcha, la experiencia es similar a la de estar en camino, y asistir en cada curva a un cambio de escenario, de maravilla en maravilla.

Brad Meldhau es uno de los pianistas más influyentes en el mundo del jazz, aunque no solo, de los últimos veinte años. Chris Thile es el mayor virtuoso que existe de uno de los instrumentos más extraños que hay, la mandolina, héroe absoluto en el ámbito del bluegrass, aunque no solo. Aunque no solo es la clave para empezar a comprender la grandeza de estos dos artistas. Como recitan las notas de la portada de este doble álbum, titulado solo con sus nombres, estos son dos artistas que no tienen proyectos principales sino side projects, proyectos menores. Pero como fueras de serie que son, afrontan con propiedad técnica y lingüística cada pieza que tocan, cada proyecto en que se embarcan. Meldhau toca en una serie de situaciones de lo más variopintas, Thile pasa sin miedo de sus ensemble bluegrass a colaboraciones con el violonchelista Yo-Yo Ma, incluyendo ejecuciones integrales de las Sonatas de Bach para violín.

Dos mundos y dos instrumentos aparentemente alejados entre sí, aparentemente irreconciliables, que en cambio se unen generando una alquimia sin precedentes, dando vida a una serie de piezas que no solo proceden de tradiciones distintas sino que desde dentro de cada canción dan giros imprevisibles de lenguaje, estilo, letra, dinámica, interplay, asegurando al oyente una experiencia realmente única. Por eso basta con sus nombres como título. Cualquier nota que salga de estos dos artistas suena absolutamente personal, original, testimoniando una gran maestría y al mismo tiempo la humildad de escucharse mutuamente y encontrarse en una síntesis extraordinaria. Como si a lo largo del viaje fueran haciendo paradas aquí y allá para visitar territorios aún no explorados.

No vale la pena describir detalladamente los cortes, sencillamente porque es imposible. Incluso podría resultar estúpido. Podemos dar algunas indicaciones, pero el viaje lo debe hacer cada uno de aquellos que acepten el desafío. ¡Ah! Olvidaba decir que el álbum no es enteramente instrumental, Chris Thile también tiene una voz timbrada y perentoria, y escribe canciones, además de reinterpretar algunos clásicos, mientras que Brad Meldhau también se presta a ciertos contrapuntos.

Una simple canción country se convierte en coto de caza para ir en busca de puntos en común, con lenguajes tomados de multitud de ámbitos, haciendo que la canción suene misteriosa y llena de fascinación. Scarlet Town, una canción publicada por Gillian Welch en 2011 y escrita por él junto a David Rowlings. Si buscamos la versión original podremos ver cómo Thile y Meldhau absorben respetuosamente el punto de partida, creando a la vez uno nuevo, haciendo una canción que de este modo solo pueden tocar y cantar ellos.

Esta idea se puede aplicar sin riesgo de ser desmentidos a todos los cortes del doble álbum. Cuando se trata de composiciones originales, al no tener modelos de referencia ambos juegan a mezclar lenguajes: jazz, bluegrass, funky, empujes rítmicos y paradas inesperadas, dinámicos paroxismos y sorprendentes pianissimo. Desde este punto de vista el tema de apertura, The old shade tree es un ejemplo formidable, presentando aparte de una gran musicalidad y capacidad de improvisación por parte de ambos, una interpretación vocal de Thile digna de una estrella del rock (de las de verdad). Cuando se trata de versiones de otros, la creatividad se entrega por completo, siempre y en todo caso respetuosos con el original pero con un matiz absolutamente genial y nuevo. Pasando de un clásico del jazz como I cover the waterfront, donde Thile, después de un Verse introductorio acompañado por la mandolina, deja el instrumento y canta dejándose acunar por el piano. Luego van Independence Day de Elliott Smith, Marcie, una dulcísima canción de Joni Mitchell de su álbum de debut en 1968, y una explosiva versión de Don’t think twice, it’s all right del premio Nobel Bob Dylan, que en sus manos se convierte en una especie de ragtime progresivo.

Mención especial merece el tema que cierra el disco, Tabhair dom do Làmh, un dulce vals irlandés del siglo XVII de Ruaidri Dàll O Cathàin, cuyo título dice “Dame la mano”. Si tienen un poco de miedo por la complejidad de los lenguajes y todas estas excusas que pueden impedirnos escuchar buena música, empiecen por aquí, por el final, una canción donde ellos mismos terminan así, dándose la mano. Mundos muy lejanos se tocan por última vez, dejando el corazón lleno de nostalgia por tanta belleza. Vale la pena hacer este viaje, aunque sea un trozo de camino cada vez, y no abandonar a la primera curva.

Chris Thile & Brad Meldhau
Nonesuch Records - 2017